De Gaulle
En un momento dado, de mucha
gravedad política, los amigos le rogaron al General de Gaulle que se dirigiera
al país a través de la televisión. El general se resistía, porque no le gustaba
improvisar. Le suplicaron y le presionaron porque la cosa corría prisa y el
general protestó:
-
¡Denme tiempo, al menos, para preparar este
discurso!
-
No hay tiempo. La situación es grave. –
respondieron sus asesores
-
No veo que el hecho de que la situación sea
grave pueda ser motivo suficiente para que yo haga un discurso mediocre. –
contestó el general
No sé cómo hubiera manejado el
primer presidente de la Quinta República los tiempos comunicativos actuales en
los que impera la inmediatez, ni lo que pensaría de Twiter y los mensajes
intempestivos de Trump, pero es lo que vuelve a marcar el ritmo de los
mercados.
La historia de los desencuentros
comerciales comenzó en enero de este año, cuando los Estados Unidos anunciaron
aranceles para la importación de paneles solares, principalmente chinos.
Después, en marzo, que extenderían esos aranceles a las importaciones de
aluminio y acero, incluyendo esta vez a la Unión Europea y a los países de
NAFTA. Como respuesta, vino el “y yo más”, y todos estos países elaboraron una
lista de productos sobre los que concretar su venganza. Estados Unidos, en
abril, volvió a incrementar la presión con una nueva lista de productos chinos.
Los chinos volvieron a tocar pared, y pusieron un 25% de aranceles a otra lista
de productos. Parecía que todo se había quedado en un limbo, hasta que el
viernes el amigo Trump dijo que sí, que se iban a aplicar ya. Otra cosa no
tendrá el chavalín del tupé, pero no se le puede negar que cumple lo que dice.
Y el fin de semana, los chinos, que ellos lo aplicarán también, y así estamos
en esta batalla para ver quién tiene las amígdalas más grandes. Lo último lo
hemos tenido en la madrugada del lunes, amenazando Estados Unidos con
incrementar la apuesta hasta los 200.000 millones de dólares en lugar de los
50.000 millones primeros. Desde luego, mucho más no pueden alzar la voz en
cuanto a productos, porque las exportaciones chinas a USA están en los 500.000
millones y las americanas a China en los 150.000 millones de dólares. Otra cosa
es que eleven al infinito el tipo de arancel.
La pregunta que se hace todo el
mundo ¿Y es para tanto? Pues cuando la cosa se circunscribía al acero y al
aluminio, que era una cosa sectorial y con poco peso, pues no lo era, sobre
todo porque los principales perjudicados podían ser otras empresas americanas
que utilizaban esas materias primas para fabricar sus productos, con lo que se
esperaba cierta contención. A medida que suben las apuestas, los
beneficios-pérdidas van por barrios, pero en caso de ser bilaterales los
castigos, son los dos países que “juegan” los que pierden, mientras que otros
pueden salir ganando porque pueden meter la patita antes de cerrar la puerta y
colar sus productos. Otra cosa es cuando ya empezamos a pelearnos todos contra
todos; en ese momento sí empieza a ralentizarse el crecimiento mundial.
En términos económicos, tiene
mucho más que perder China que Estados Unidos, que para eso es el principal
gastador del mundo. Estados Unidos es una economía mucho más cerrada y depende
menos de los demás. Otra cosa es qué puede pasar con la deuda americana y con
los tipos de interés. No debemos olvidar el círculo virtuoso que vimos en la
primera década de este siglo, cuando los americanos consumían y con el dinero
ganado los chinos compraban bonos del tesoro americano, manteniendo bajos los
tipos de interés. Si se reduce el superávit comercial chino, éstos tendrán
menos dólares para invertir en deuda en un momento de subidas de tipos de
interés y de disminución de balance de la FED.
Las primeras cifras que he leído,
si no nos vamos mucho más de aquí, es que la guerra comercial puede llegar a
suponer una pérdida en PIB de China de hasta el 1.2% y en Estados Unidos del
0.3%. Hay informes de bancos de inversión que reducen estas cifras
considerablemente.
Si el proceso no se para y
desemboca en una verdadera guerra comercial, las cifras sí empiezan a ser
relevantes, sobre todo si lo analizamos por sectores (el miedo, por ejemplo, a
aranceles para coches alemanes en USA). Desde luego va a crear oportunidades, porque
en bajadas el mercado no suele discriminar, y habrá muchos sectores a los que
no afecte esta historia, pero pueden verse repercutidos por efecto arrastre, en
un primer momento.
Una de las máximas del trading,
es cuando tengas una idea clara sobre una inversión, leer o escuchar a la gente
que difiera de tus planteamientos. La gente suele hacer lo contrario y suele
tener lo que se llama el sesgo de confirmación; lee sólo aquello que reafirma
sus ideas, despreciando lo demás. Si oyes cualquier tertulia, en cualquier
radio española, y sale a colación el nombre de Trump, hay un consenso absoluto
en sentir total repelencia por el personaje. Sin embargo, las encuestas en
Estados Unidos anuncian que va creciendo el apoyo al presidente a medida que se
acercan las elecciones de noviembre. Lo cual no hace más que alimentar el
propio discurso de Trump. Hay una gran diferencia de punto de vista entre lo
que ve y siente un europeo y lo que ve y siente un americano. Es un supuesto
inquietante el pensar que esto lleva a unos sistemas sociales y económicos muy
distintos que podríamos conceptuar como una función en la que te puedes mover a
lo largo de la curva, pero que no hay posibilidad de elegir un punto fuera de
ella. Puedes elegir más crecimiento económico, pero a costa de mayor
desigualdad y menor protección por parte del Estado, o elegir un mayor reparto
de esa riqueza con unas tasas de crecimiento raquítico y con una menor
competitividad a medio-largo plazo. Es desolador moverte sólo en esos extremos,
pero tengo la sensación de que salirte de esa curva, son opciones gratuitas que
no se dan en la realidad. Cuando ves los reportajes de los sistemas educativos
chinos o coreanos, con la dedicación brutal en tiempo y la gran competitividad
que ves, piensas que es una barbaridad, que cómo les vas a poner esa presión a
tus hijos. Pero la pregunta que siempre asalta es ¿Qué va a pasar dentro de
unos años en cualquier proceso de selección? ¿Quiénes se van a comer la tarta?
En un mundo en el que impera la competitividad, ¿se puede salir alguien de ese
campo de juego y pensar que no va a pasar nada?
Cambiando de tercio, pero no del
todo. Cuando estos días se vuelve a hablar del Pacto de Toledo como si
viviéramos en días de vino y rosas, el informe de ayer del Instituto Nacional de
Estadística es un frío baño de realidad. El número de nacimientos en España en
2017 fue de 391.000, el menor número desde hace veinte años, y un 25% por
debajo del año anterior a la crisis de 2008, acompañada con la menor tasa de
natalidad desde que se tienen datos (1975), con un índice un 60% por debajo de
entonces. Hay zonas en las que los datos son escalofriantes, como Asturias o
Canarias con 1.03 hijos por mujer. Si lo unimos a que las defunciones han
marcado nuevo máximo, el panorama de algunas Comunidades Autónomas es
descorazonador, y pone en juicio todo el sistema financiero autonómico, en un
momento que el país parece ser el coño de la Bernarda. Vamos a necesitar
grandes estadistas para salir de ésta.
Por último, y como anécdota.
General Electric abandona el índice Dow Jones, la única empresa que quedaba
desde su nacimiento. Darwin llevado a las Bolsas.
Buena semana,
Julio López Díaz, 20 de junio de 2018