Kamasutra
Son conocidos dos libros chinos
muy antiguos que tratan sobre la educación sexual: El libro de la muchacha
sombría y el libro de la muchacha clara. Gracias a estos precedentes del Kamasutra
(escrito mucho más tarde, entre los siglos I y VI de nuestra era), el Emperador
Amarillo sabía cómo reconocer el deseo de una mujer, cuáles eran los cinco
tipos de deseo y cuáles son las nueve posturas ideales: El dragón invertido,
los monos combatiendo, la langosta trepadora, la tortuga escandalosa, el fénix
en vuelo, el conejo lamiéndose el pelo, la escama de pez, las grullas
entrelazando sus cuellos, y cómo no… ¡el salto del tigre!
Si miramos lo que está pasando en
el mundo últimamente, nos da la impresión de que sus dirigentes han leído estos
libros, pero después “se han liado”. Trump, íntimo del norcoreano, peleado con
el resto del G7, amigo de Putin. El nuevo Gobierno italiano, una fusión de los
populistas de izquierdas con los supremacistas del norte, y haciéndole ojitos a
Putin también. En España, nada más que añadir. El berenjenal montado es de
aúpa, pero de momento sin repercusiones dolorosas en la mayoría de los
mercados, si exceptuamos Italia.
Las dos frases más peligrosas en
economía, y por extensión en los mercados, son cuando un vecino te dice “¿sabes
por cuánto ha vendido el del 2ºB su casa?” y la utilización del latín que
aprendimos en Primero de Macroeconomía “ceteris paribus”. Esta última la usamos
como ejercicio teórico, para decir qué sucede con unos valores o ecuaciones
cuando se altera una variable, permaneciendo fijas las demás. Es una de las
taras que tienen muchos economistas, por querer reducir el mundo a funciones y
esperar que la realidad se ajuste a su modelo teórico. Es la que más les gusta
a los políticos, y hemos visto que cualquier parecido con la realidad es pura
coincidencia. Pongamos por ejemplo el caso italiano. Tú puedes “vender” que una
rebaja impositiva hará crecer la demanda agregada y terminará por producir mayores
ingresos fiscales. (Curioso que tomen como base económica lo que decía el
asesor áureo de Ronald Reagan, Laffer), pero se olvidan del efecto que tienen
esas políticas con otras variables como, por ejemplo, los tipos de interés. Si
el mercado duda que puedas conseguir tus objetivos, te “premia” con una subida
de tipos de la deuda que te puede llevar por delante el dinero que pensabas
destinar a otras partidas. Si hacemos un número gordo (obviando que no toda la
deuda se renueva en un año) para el caso italiano, con un PIB de 2 billones de
euros, una deuda pública del 130%, y una subida de tipos en toda la curva de
150 puntos básicos, como ha sucedido, el nuevo gobierno se encontrará, dos
semanas más tarde de haber hecho sus números, con que tendrá que destinar al
pago de intereses 40.000 millones de euros más de lo previsto anualmente. Es
bastante ingenuo pensar que la gente no se “defiende” de algunos tipos de
política. La ciencia económica se construye de una manera lógica sin necesidad
alguna de utilizar funciones que suponen variables constantes. Lo que la
caracteriza es el movimiento y la adaptación del ser humano en su vertiente
inversora a estos cambios.
Si empleáramos un adjetivo para
definir la situación de los mercados, sería frágil. Durante todo este periodo
de recuperación económica, hemos asistido en el mercado a episodios periódicos
de los denominados flash-crash, o movimientos rápidos y devastadores en activos
financieros que, hasta ahora, han venido acompañados de recuperaciones casi inmediatas.
Lo tuvimos en la bolsa americana en mayo de 2010, en el bono americano en 2014,
con los ETFs en plena devaluación china en agosto de 2015, o en los índices de
volatilidad a principios de este año. Son momentos en que desaparece la
liquidez y la presencia de órdenes automáticas de stop acrecienta de forma
salvaje los movimientos. Hasta el momento, parece que al pavo no le ha llegado
el Día de Acción de Gracias, y sigue engordando cada vez más, a pesar de haber
visto el hacha en manos del granjero alguna que otra vez. Pero el juego es
bastante peligroso.
La inflación de activos sigue
pues su escalada, alejándose cada vez más del crecimiento económico. Hablando
el otro día con un amigo gestor de los de toda la vida, me volvía a recalcar
que sólo gente con más de diez años de experiencia en el mercado ha visto algo
más que una pequeña corrección en las bolsas, y que sólo los que llevamos más
de 24 años hemos visto una caída en los bonos. A esto se le debe unir que,
después de periodos de subidas en los activos tan grandes, los gestores que son
implacablemente alcistas y que compran cada vez que baja, terminan gestionando
la mayor parte del dinero. Los bajistas están todos desempleados, no manejan
dinero. Por eso, no es de esperar que un gran mercado alcista acabe de un modo
racional.
Si vives en un mundo donde todo
el mundo asume que todo va hacia arriba para siempre, entonces es inconcebible
que los precios pueden bajar. Los grandes cambios en precios suceden cuando los
participantes del mercado son forzados a revaluar sus prejuicios, no
necesariamente porque el mundo cambie. El mundo no había cambiado nada en 2008,
simplemente la gente notó que había un problema. Uno de los principales errores
es participar en movimientos para los que luego no hay salida.
Una de las cuestiones con las que
estoy más pesado es que estamos en un mundo en el que las rentabilidades
esperadas de muchos activos no siguen una distribución normal y sí binomial,
con unos “agujeros” de cotizaciones que pueden ser enormes. El globo puede
seguir hinchándose cada vez más, pero no podemos esperar que luego se desinfle
lentamente con un leve pedorreo, lo más seguro es que explote. Y alguna señal
estamos viendo, aunque no esperemos que haya un ataque de fanfarrias que
anuncie que el mercado alcista se ha terminado. En los últimos años la búsqueda
de cualquier tipo de rentabilidad ha prevalecido sobre los riesgos. Teníamos el
escudo protector de los Bancos Centrales y una economía de ricitos de oro, en
la que todo estaba más o menos controlado. En Europa, todos los bancos se
tiraron a por los bonos italianos, que son los que les permitían tener un poco
de margen financiero. Han comprado bonos para que les den 150 puntos básicos de
margen y se han encontrado con pérdidas del 15% en un par de semanas. Eso
mirando bonos gubernamentales, no quiero pensar qué puede pasar con empresas
que hasta hace poco sus papeles se cogían con tenazas, guantes y máscaras
anti-gas y que pasaron a rentabilidades mínimas.
Esto está cambiando. Si vemos las
noticias del último mes, hemos visto subidas de tipos en Argentina, Brasil,
Indonesia o la India, en la mayoría de los casos para defender su divisa. La
Reserva Federal americana tiene un doble mandato. Inflación y empleo. La
primera está subiendo y lo segundo en mínimos, pocas excusas para no seguir
subiendo tipos, cuando los tipos reales siguen estando en negativo. Subidas de
tipos con déficits crecientes es una bomba de relojería. El BCE tiene en su
balance 450.000 millones de euros en bonos italianos, el 14% del PIB de
Alemania. ¿Qué va a hacer a partir de ahora?
Menos mal que viene el mundial y todo esto pasará a segundo plano.
Buena semana,
Julio López Díaz, 14 de junio de 2018