Área personal

Geopolítica del 2025

Julio López 18 Feb 2025

No deja de sorprenderme la ingenuidad e inocencia de las élites europeas a la hora de manejar todo este quilombo, que diría el Ministro de Justicia argentino, desde que ganó Donald Trump las elecciones presidenciales americanas. Se comportan como unos auténticos nóveles y revelan un desconocimiento inmenso de la historia. Parece que nos encontramos en un campo de juego nuevo, cuando éste es el mismo desde que los primeros homínidos salieron de África. Me encontré el otro día con una reflexión de Alexandre de Marenches, el que fuera jefe de la inteligencia francesa. “El conflicto internacional actual consiste en la lucha por el dominio de las materias primas y en un control psicológico de las poblaciones por los medios de comunicación, las Iglesias, la educación y la desinformación”. No eran unas palabras publicadas la semana anterior, son de un discurso de 1986, antes del nacimiento de Internet y por supuesto de las redes sociales. Las fake parece que se acercan más a la jubilación que a la comunión.

En el mundo de las relaciones geopolíticas internacionales nos pasamos horas y horas intentando clarificar quienes son los buenos y quienes son los malos, cuando todo se resume en una sencilla frase: Cada país va a lo suyo, y todo lo demás es secundario. Es una premisa que tenemos que tener clara. Todo lo demás es perejil y aderezo. Las relaciones internacionales son pura hipocresía en la que cada país busca sus intereses y luego articula una justificación más o menos buenista. Incluso esos intereses pueden cambiar con el paso del tiempo. No hay nada más que ver como a Sadam Hussein le concedieron en su momento las llaves de la ciudad de Detroit. De hecho, las frases más usadas tienen que ver con la defensa de la democracia y la protección de la población civil, los derechos de tal o cual, etc., etc. También, no se les suele caer la palabra paz de la boca. Recuerden a Von Clausewits: “El conquistador siempre es una amante de la paz; desea abrirse camino hasta nuestro territorio sin encontrar oposición”. No deja de ser una curiosidad que los países que más hablan de paz son los que más armamento acumulan.

Decía el analista Robert Kaplan que la esencia del poder es influir en el comportamiento del adversario. ¿Que quién es el adversario? Todos los demás países. Al final cada país intenta defender su posición y cortar los peldaños de la escalera a otros países que intentan quitarles espacios de ese poder. Cambian las pautas, pero el fondo verdadero y tenebroso de la ambición y sometimiento del otro ya empezó cuando Caín se llevó por delante a Abel. Y eran hermanos y no vecinos.

Lo que cambia realmente es el tamaño del poder de los países. Los dominantes no necesitan a nadie para alcanzar sus objetivos, mientras que los demás, o se someten, o buscan complicadas alianzas que funcionen más con carácter preventivo que como verdaderos aliados reales que van a compartir trincheras contigo. Como decía Tucidices hace 2500 años, los fuertes hacen lo que desean y los débiles sufren sus abusos.

Todo conflicto internacional tiene una motivación económica. En el caso de Ucrania, los países ya se han quitado la careta y estamos viendo las verdaderas intenciones, que tienen que ver con la utilización de las tierras raras del subsuelo ucraniano. Ya pasó lo mismo en Afganistán, también con los minerales, y en Irak con el petróleo, si queremos cambiar de agresor.

Ahora las variables relevantes en el campo de juego son materias primas, el papel del dólar y todo el desarrollo tecnológico, tanto en su vertiente de Inteligencia Artificial como de explotación de otros planetas y satélites. La guerra de Ucrania se ha cargado la economía alemana (también hubo algo de harakiri al prescindir voluntariamente de la energía nuclear) al elevar los costes energéticos y haciendo menos competitiva su industria.

La otra variable importante es el estatus actual del dólar como reserva mundial. Cada vez que hay alguna sugerencia de saltarse al dólar como moneda de intermediación comercial, surge algún conflicto que lo rebate. Es una muestra del oxímoron del que intenta salirse Trump. Quiere un dólar más débil para favorecer las exportaciones, pero un dólar fuerte para que le sigan financiando ese pantagruélico déficit que tienen los americanos. Para ello, ha hecho bandera de la máxima precisamente de un alemán, el inefable Bismarck: “La gratitud y la confianza no pondrán a un solo hombre de nuestro lado, solo el miedo lo hará, si lo sabemos emplear con habilidad y cautela”. O siguiendo a Maquiavelo, “para el gobernante es mejor temido que querido”. Una vez desencadenada la guerra, sobran las razones o su legitimidad, lo único de lo que se trata es de ganarla a cualquier precio. Y bajo esas premisas, Rusia está en mucho mejor forma que Ucrania para ganar una guerra que no parece decantarse para ningún lado, pero para la que Ucrania necesita ayuda exterior y Rusia mucho menos.

Nos encontramos en una situación similar a la de la expansión alemana previa a la IIGM, cuando no se sabía hasta donde se contentaría Hitler después de lograr Austria y los Sudetes. ¿Dónde parar? La concesión territorial al atacante nunca parece buena idea, pero tarde o temprano, los europeos tendrán que descubrir las cartas que tienen, y me temo que ninguna de ellas va por una intervención militar más allá del apoyo económico, que tendrá también sus límites. Muchos de los problemas que tenemos para comprender el mundo (por lo menos los europeos) nos vienen dados por los 80 años de paz seguidos que hemos disfrutado. Esta paz ha llevado a, seguramente, las décadas de mayor progreso de la humanidad, pero nos ha hecho olvidar qué es más una excepción que una normalidad. No es que no hubiera habido una lucha por el poder estos años, pero sí se hacía de una forma más soterrada y oculta de lo que estamos viendo estos días.  Al fin y al cabo, la imposición de la propia voluntad está en lo más profundo, no solo de los países, sino de las propias personas, y los ciudadanos occidentales estamos con un exceso de “grasa” para enfrentarlos. Volviendo la mirada a la Historia, vemos que ésta se ha desarrollado con pocas alteraciones con el mismo patrón. Una fuerza militar era la génesis que conquistaba los territorios de una fuerza superior anterior y que con el tiempo sufría una eliminación de las premisas que los llevaron a esa conquista y pasaba a ser una sociedad menos belicista, más acomodada y que perdía la motivación de la lucha ante los placeres de la nueva vida. Lo vimos con Roma cuando sustituyeron los ejércitos de ciudadanos por mercenarios bárbaros, se vio con las califas omeyas y abasíes tras las primeras conquistas árabes cuando empezaron a emplear tropas turcas o más cercano en el tiempo, con el fin del Imperio Otomano. Pasas de conquistar a conservar, mientras el músculo se te va convirtiendo en grasa. Algo así nos está pasando en Europa, donde intentamos preservar nuestro Estado de Bienestar mientras que tenemos a los “bárbaros” rodeándonos. No se nos pasa por la cabeza que tras el Imperio Romano tuvimos 1000 años de una oscura Edad Media.

Buena semana,

Julio López

 

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