Área personal

Don Bernardino de Obregón

Julio López 19 Ene 2017

Don Bernardino de Obregón, capitán de Felipe II, iba desde la calle de la Sal en dirección a la subida de Santa Cruz en Madrid. Un hombre barría la calzada, con tan poca fortuna que manchó el atuendo del presumido capitán. La cólera se disparó y abofeteó al barrendero, marcándole un surco en la mejilla. El afrentado se quedó un momento suspenso; luego se descubrió con mansedumbre y respondió con serenidad: - Señor, en mi vida me he visto más honrado que con esta bofetada. Esa actitud provocó una gran impresión en el capitán, que a los pocos días solicitó su entrada en el Hospital de la Villa para ejercer como enfermero.

Más o menos la misma actitud del mercado durante todo el año pasado, que respondía agradecido a cada bofetada. Pero eso ya es pasado. Seguimos una semana más con la calma chicha total en la que nos hemos instalado desde comienzo del año. Los mercados parece que están operando más por consenso que por convicciones. Lo que vemos en las encuestas a inversores, es que el foco de las preocupaciones ha cambiado dramáticamente. Respecto al año anterior, han subido los riesgos geopolíticos, la situación en China, la posibilidad de guerras comerciales, las guerras de divisas y la inflación. Por el contrario, han disminuido las preocupaciones de tener crecimientos bajos, de burbujas de activos, de deflación y los derivados del precio del petróleo. Demasiado consenso en los mismos trades, que curiosamente, son totalmente los contrarios a los que había en estas mismas fechas hace un año. Ha habido un auto-convencimiento en que lo correcto es tener un giro de 180 grados y con el mismo nivel de seguridad. Lo natural estos días es ver los cambios de recomendación de muchos analistas que tenían valoraciones de neutral o infraponderar en valores que han subido un 50% desde febrero del año pasado, a sobreponderar para los próximos meses. Es un auténtico espectáculo.

En cuanto al primero de los riesgos, el geopolítico, escucho la comparecencia de Theresa May y sigo asombrado con la capacidad ilusionista de algunos políticos para presentar la realidad adulterada a la gente. Habla en su discurso de una situación edénica en la que UK decidirá dónde estará y dónde no. Y además, amenazando con convertir a su país en una especie de paraíso fiscal para empresas si sus peticiones no son concedidas. Si examinamos la economía británica, ésta es básicamente importadora de productos y exportadora de servicios, muchos de ellos vinculados a una labor de hub por estar en la Unión Europea. Hace ya mucho tiempo que la mayor parte de las empresas británicas tienen propiedad foránea y las inversiones del resto de Europa en la isla representan casi el 50% del total de inversiones extranjeras. Yo no sé qué pensará el británico medio, que verá cómo se le encarecen los productos que compra y cómo las empresas que le contratan empiezan a tener la vida mucho más complicada. En cambio, la primera ministra “anuncia” un nuevo tratado de libre comercio maravilloso sin obligaciones para cubrir el presupuesto europeo, y seleccionando del menú los platos más apetitosos. La cola en el Buffet detrás de Theresa May sería bien larga, empezando seguramente por los simpáticos dirigentes de Hungría y Polonia.

La segunda comparecencia de ayer fue la de primer ministro chino en Davos. El mensaje no deja de ser curioso. China ha pasado a ser el gran defensor del libre comercio a nivel mundial. El tema de las guerras comerciales está encima de la mesa, pero todo el mundo sigue mirando a otro lado y no parece que se esté teniendo mucho en cuenta en los modelos de valoración de las empresas. Si siguen un poco los titulares de esta semana de Bloomberg, los avisos son continuados, pero todos nos hemos hecho miembros de la banda de Beethoven y Goya. Empezó Trump amenazando a BMW con ponerle aranceles para las entradas de vehículos desde México, siguió después el mismo personaje declarando que el dólar estaba demasiado alto y Stiglitz comentando que el problema de Europa es el superávit comercial alemán. Todo el  mundo pensando en quitarle su trozo de la tarta al invitado de su derecha. Las cifras publicadas de comercio mundial de los últimos 12 meses (sin efecto Trump) indican una caída del 0.7% respecto a un crecimiento medio superior al 5% en los últimos veinticinco años.

La parte que el mercado no “ve” riesgos. Existe un consenso en que todos los ajustes fiscales que va a iniciar Trump en Estados Unidos van a traer inflación. El último dato de inflación publicado está por encima del 2%, tanto en el dato global como en la inflación subyacente. El mercado ve la inflación de forma positiva, pero claro, siempre que no se vaya por encima del 3% y provoque subidas más rápidas de tipos por parte de la FED. Es decir, que la inflación es buena hasta cierto punto. Hay factores históricos que no parecen acompañar a esta subida de precios. La utilización de la capacidad productiva está en niveles muy bajos de alrededor del 75%, pero cierto es que el trasvase de la economía, de industrial a servicios, lo pueda hacer cada vez más representativo. Donde no duden que los precios seguirán subiendo (como lo han hecho por otra parte en este periodo de deflación) es en sanidad y educación, que son la parte mollar del gasto familiar.

Trump prometió reducciones de impuestos para las familias y para las empresas, pero todavía no ha desglosado claramente cómo va a compensar estas partidas en el déficit público. Las otras dos ocasiones en que Estados Unidos afrontó bajadas de impuestos, partían de una situación claramente distinta. En el caso de Reagan, la deuda pública sobre PIB se encontraba en un 31.7% (fuente: Hoisington Investment Managament), y en el caso de George W. Bush, el mismo ratio se encontraba en el 57%. En el momento actual el ratio está en el 105,5%. Esto debería suponer que estos recortes de impuestos deberían acompañarse con reducciones de gasto en alguna partida, si no, se correría el peligro de repetir el modelo japonés, que acompañó las bajadas de impuestos con un gasto en infraestructuras masivo que disparó su deuda pública desde el 69% del año 1997 al 198% actual, sin que hayamos visto crecimiento en este periodo. Por otra parte, las últimas cifras de ingresos fiscales no apoyan mucho y, por ejemplo, en el impuesto de sociedades se recauda casi un 15% menos que hace un año.

En el tema de empleo tampoco parece existir mucho riesgo, y se espera que sigan mejorando las cifras de ocupación de forma general, aunque en algunos países estén cerca del pleno empleo. Yo, me reafirmo en que la tendencia no es esa. El otro día, por casualidad leí un informe sobre los sectores económicos en USA (hay gente pa’ to’) y me llamó una cosa poderosamente la atención. ¿Saben cuál es la profesión con más empleados en USA? Conductor de camiones. Me llamó la atención, porque ese mismo día había visto en la red un vídeo tomado desde un Tesla, en el que se veía como el coche frenaba un par de segundos antes de que hubiera un choque entre los dos vehículos que iban por delante. Había calculado la velocidad de ambos vehículos, distancia de separación y tiempo de frenado y deducido que iba a producirse la colisión. ¿Cuánto le queda al vehículo sin conductor para ser lo normal en las carreteras? Si lo unimos al coche compartido o el uso de un vehículo con multiusuarios  (Car to Go), tenemos que deducir que la tecnología va a seguir con su labor de pico y pala de destrucción de puestos de trabajo. (Recuerden también las huelgas en el metro de Londres la semana pasada por el despido de 800 taquilleros). La clave será el equilibrio inestable de la búsqueda continuada de la eficiencia, con la capacidad de recolocación de todos estos colectivos. (Aquí, cada vez que saco este tema, algún amable lector me manda las siete temporadas de Downton Abbey, destacándome lo que significaba numéricamente el personal de servicio en las casas británicas y lo poco traumático de su defunción).

Nada es para siempre, excepto la salsa de tomate de los macarrones que se queda pegada al tupper.

Buena semana,

 

Julio López Díaz, 19 de enero de 2017

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