Área personal

Octavio Augusto

Julio López 11 Ene 2017

Tras su victoria en Actium sobre Marco Antonio y Cleopatra, Augusto regresó a Roma. Allí recibió a un individuo con un cuervo amaestrado al que había enseñado a graznar “Bienvenido, César, nuestro victorioso comandante”. Augusto se sintió tan impresionado que le entregó una gran suma de dinero. Pero resultó que el amaestrador del pájaro tenía un socio que, cuando no recibió ninguno de los 20.000 sestercios que le habían entregado a su compañero, acudió al emperador para explicarle que el ganador tenía otro cuervo, y que debería mostrárselo también. Como era de prever, los dos habían intentado cubrir todas las apuestas: el otro cuervo graznó “Bienvenido, Antonio, nuestro victorioso comandante”. El emperador vio el lado divertido del asunto y no se molestó, pero declaró que el dinero del premio debía ser compartido entre ambos.

Resobado ya todo lo acontecido el año que dejamos, la sensación que nos queda es que el mercado ha jugado a ganador pasara lo que pasara. Si suben los tipos es bueno, si bajan los tipos es bueno. Si hay inflación, las empresas ingresan más y las deudas son más fáciles de pagar. Si no la hay, el único sitio donde se puede estar es la bolsa, porque los tipos se van otra vez al lado oscuro y volverán las oscuras golondrinas de las intervenciones de los Bancos Centrales. Parece que sólo hay un lado. Desde el punto de vista técnico, el movimiento ha sido impecable, la ruptura del tapón del 3.100 en el Eurostoxx y del 10.800 en el Dax alemán desencadenó los fuegos artificiales. Los inversores se lanzaron a comprar acciones, movimiento que se ha extendido ligeramente con el comienzo del año. ¿Y a partir de aquí? Pues yo no tengo tantas certezas como el mercado. Cosas que me preocupan. Las lecturas de sentimiento del inversor americano están auténticamente disparadas. El diferencial entre alcistas y bajistas es el mayor de los últimos cinco años. Las encuestas dicen que todo el mundo está dentro. Ya saben que eso significa que lo único que pueden hacer entonces es vender. Segundo, el famoso trasvase de renta fija a renta variable en Europa se ha quedado en poco. El diez años alemán está en un estratosférico 0.35% y el bono a treinta años en un deslumbrante 1%. Algo no cuadra mucho. Las valoraciones están un veinte por ciento por encima de sus medias históricas. La parte de ingresos no sabemos cuál va a ser. Lo que sí tenemos más claro, es que por la parte de costes, a las empresas americanas les han subido los costes financieros, los costes de personal (el año pasado se cerró con una subida salarial del 2.9%, la mayor de toda la crisis) y les han fortalecido el dólar. Las razones que durante los años anteriores habían aupado las cotizaciones eran justamente las opuestas. Márgenes en máximos por menores costes salariales y menores costes de financiación que beneficiaba la tentación de las recompras de acciones propias. La mejora “macro” que puede beneficiar a la parte más depauperada de la crisis (asalariados) no tiene porque llevar a una subida del precio de las acciones. De todas formas, lo que hemos aprendido los últimos años en los mercados es que no existen las verdades inmutables. Estas son mis convicciones, si no le gustan tengo otras. La sensación que se me queda es que los mercados pueden deslizarse todavía un poco al alza más, pero que en algún momento tendremos que ir a testear los niveles rotos del mes de diciembre para apoyarnos si queremos seguir subiendo.

Todos estos pensamientos coinciden con la muerte de mi admirado Zygmun Bauman. Igual que los premios Príncipe de Asturias del deporte suelen chapotear casi permanentemente en el ridículo, tengo que reconocer en cambio, que los premios de Comunicación y Humanidades suelen siempre descubrir gente de lo más interesante, y me hace seguirlos con devoción. Hace siete años descubrí, por ejemplo, a este sociólogo polaco afincado en Leeds desde que se exilió a finales de los sesenta de su país natal. Me llamó mucho la atención su discurso de agradecimiento del premio en Oviedo, y a raíz del mismo comencé a leer su obra, y como siempre logre extrapolar muchas ideas aplicables a la economía y a los mercados financieros. No sé si me gustó, por ese tono pesimista y totalmente desprovisto de términos absolutos que forma parte de mi epidermis, o por ciertos ecos socráticos. Lo segundo por lo que me ha ganado, es que mucho de su obra la ha escrito cuando contaba ya más de setenta y cinco años de vida, cuando mucho pensador se queda mecido ya por las olas de sus ideas primigenias. La energía de alguien que sigue buscando y curioseando es algo verdaderamente ejemplar.

En los últimos tiempos se había reivindicado a favor de los refugiados que llegaban a Europa, los problemas que estaba generando la globalización y ponderando los riesgos de la excesiva utilización de internet, que podía llevar a perder el arte de las relaciones sociales y la amistad frente a una vida virtual más fácil. Le atemorizaba también la dualidad seguridad-libertad cada vez más enfrentadas y excluyentes.

El concepto que empleaba que más me permeó, es el de la incertidumbre. Vivimos en un mundo de incertidumbre donde los conceptos no están bien definidos. La única certeza es la certeza de la incertidumbre. El hombre actual vive en un cambio permanente y no sabe muy bien donde “agarrarse.” Los pilares fuertes que él pensaba habían apuntalado la existencia de los individuos, un estado fuerte, una familia cercana y un trabajo indefinido se han licuado, han perdido su carácter “sólido”. El individuo ante estos cambios se sumerge en la desconfianza y se pone en una situación defensiva. Como leía en su discurso del 2010“ preferimos un mundo ordenado, limpio y transparente donde el bien y el mal, la belleza y la fealdad, la verdad y la mentira están nítidamente separados entre sí, y donde jamás se entremezclan, para poder estar seguros de cómo son las cosas, hacia donde ir y como proceder. Soñamos con un mundo donde las valoraciones puedan hacerse y las decisiones puedan tomarse sin la ardua tarea de intentar comprender. La realidad es una multitud de significados y una irremediable escasez de verdades absolutas”.

Al final los mercados financieros no dejan de ser una extensión del resto de la vida.

Para finalizar esta primera epístola del año, no quiero dejar pasar la ocasión para que me den gorrazos hasta en el duodeno. Desde aquí hemos criticado mucho la venta de ciertos productos por parte de la banca. Hemos hablado de acciones preferentes que se vendían como si fueran depósitos, o productos estructurados que daban beneficios pero sólo al originador. Sin embargo, tengo que decir que las últimas decisiones judiciales sobre las cláusulas suelo me parecen una barrabasada y un sindiós. Lo que diferencia a las hipotecas de otros productitos bancarios es que es un contrato entre dos partes con la intervención de una figura que hace de fedatario público y que cobra una pasta por cierto, que es el notario, que teóricamente debe velar porque las dos partes sepan lo que firman, y de explicar las diferentes cláusulas que hay en ese contrato. Es el sistema más proteccionista que existe. Si los jueces empiezan a tomar decisiones buscando el apoyo estruendoso de lo que diga Twitter vamos apañados. Lo siguiente van a ser demandas de los préstamos multidivisas en que los prestatarios pensaban que tenían tipos de interés más bajos que el resto por la extremada belleza de su rostro, y que nadie les había advertido que había un riesgo de divisa. Luego vendrán los avalistas que no sabían el significado de la palabra avalar, y que ellos no tienen la culpa que el yerno les haya salido rana. El riesgo que tenemos es que dudamos de todo el armazón de seguridad jurídica que tanto ha costado armar.

Una vez, en una entrevista, un periodista romano trataba de poner en apuros a Jorge Luis Borges. Como no lo lograba, probó con algo que le pareció más provocativo. ¿En su país todavía hay caníbales? – Ya no, contestó Borges, nos los comimos a todos.

Buena semana,

Julio López Díaz, 11 de enero de 2017

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