Área personal

Agosto

Julio López 30 Ago 2024

Los movimientos de los mercados financieros muchas veces no son más que una extensión de nuestras propias fobias y filias mentales, y reflejan perfectamente nuestros propios bailes psicológicos. Un ejemplo extraordinario son los comentaristas deportivos, en la cúspide de los animales irracionales. El domingo, después de derrotar el Atleti al Gerona por tres goles a cero, todo era parabienes, la escuadra era la más ilusionante de la última década, y el Cholo Simeone era un estratega único, el Alejandro Magno de los campos de fútbol. Hoy jueves, tras empatar con el Español a cero, el equipo tiene los mismos errores que siempre, el entrenador es el mayor negado del mundo, y el equipo ha tirado la liga sin haber acabado el mes de agosto. Sin embargo, yo comentaba con mi amigo Jorge el partido del domingo, y nos había parecido un partido regularcito, con el equipo encerrado la segunda parte y con pocas salidas al contra ataque salvo el tercer gol. Tiró nueve veces a puerta y metió tres goles. Ayer, sin embargo, a pesar del empate, tiró 25 veces a puerta para no meter ninguno. Al final las conclusiones y argumentaciones están basadas en algo tan simple como el resultado final, y todo lo demás da igual. De uno a otro, parece que vas a ganar la liga por veinte puntos de ventaja, o coquetearás con el descenso. Si no sabemos el resultado, siempre preferiríamos tirar 25 veces a puerta en lugar de 9 por un tema de probabilidades de acabar el balón dentro de las redes.

Durante el mes de agosto, el comportamiento de las bolsas ha sido un fiel reflejo de estos sentimientos. Hemos pasado del derrumbe de las tres primeras sesiones del mes, a terminar el mes casi en máximos históricos sin que el flujo de datos macroeconómicos haya reflejado para nada tal disparidad. Si nos vamos más atrás, a los últimos veinte meses, vemos que lo que ha guiado el mercado al alza (si dejamos a un lado los sueños húmedos de la inteligencia artificial) han sido unas expectativas de bajadas de tipos que todavía no se han producido… y que cuando parece que van a bajar ahora en el próximo mes de septiembre, tenemos la paradoja que lo va a hacer en un momento en el que las bolsas están en máximos históricos y con el mercado de la vivienda totalmente despatarrado e inalcanzable para las nuevas generaciones, cosa que no ha sucedido nunca.

Pero volvamos a comienzos de agosto, o mejor al último día del mes de julio. Ese día se dieron dos circunstancias; por un lado, Jerome Powell, el presidente de la FED, confirmaba que habría un movimiento a la baja de tipos de interés, lo que podría reafirmar a los más optimistas de poder mantener una línea de crecimiento positiva, pero, por otro lado, el Banco de Japón anunciaba el mayor incremento de tipos de interés de los últimos 17 años (un mastodóntico, un estratosférico, un espeluznante 0.25%). Eso supuso un verdadero shock para el mercado bursátil japonés, que el día 11 de julio había alcanzado un nuevo máximo histórico en su cotización subiendo por encima de los 42.000 puntos. El shock fue por partes, para que vean cómo funcionan los mercados, de hecho, en la hora siguiente a la subida de tipos, el mercado subió 1.000 por no sé qué tipo de elucubraciones. El caso es que tres días más tarde bajó hasta los 31.400 puntos, un 26 por ciento desde los máximos de tres semanas antes, y un 12 por ciento en un solo día. La bajada se extendió al resto del mundo de forma mimética. ¿Una caída del 26% por una subida de tan solo un 0.25%? Para contestar esto tenemos que irnos a los informes que se podían leer meses antes, en los que todo tipo de inversores, empezando por Warren Buffet, habían comentado las bondades del mercado japonés y que estaba a punto de comenzar una nueva época dorada. Un tema de retroalimentación entre subidas de bolsa y nueva atracción de inversores. A esto había que sumarle un tipo de inversión que siempre termina por dar un susto tarde o temprano, el carry trade. Básicamente, los inversores se endeudaban en yenes a tipos de interés cercanos a cero, y ese importe lo invertían en cualquier otro producto con más rentabilidad a lo largo del orbe. A esto se le sumaba también, que las intervenciones masivas históricas de dinero por parte del Banco de Japón para mantener los tipos bajos habían supuesto una depreciación brutal del yen, con lo cual encima los prestatarios ganaban dinero al tener que devolver yenes depreciados. El mismo día de julio que hacía máximo la bolsa japonesa, hacía un mínimo el yen japonés contra el dólar. Al empezar a darse la vuelta el yen (se ha revalorizado un 10% desde entonces) la gente que estaba jugando a este tipo de ruleta rusa, empezaron a cerrarse posiciones. Tenían que devolver los préstamos, compraban yenes para hacerlo y tenían que vender a la vez todos los activos que iban contra esos préstamos, desencadenando una oleada de ventas brutal. El último ejemplo parecido lo tuvimos en 2015, cuando ante la continua apreciación del franco suizo, el Banco de Suiza tomó como medida fijar un cambio contra el euro a 1.20 fijo (compraba todos los euros que le pusiera el mercado a ese precio) y tuvo que quitarlo de un día para otro. Eso significó la muerte de muchos hedge funds que tenían toda su financiación en francos suizos, que se revalorizó un 25 por ciento en una hora, a medida que iban saltando margin calls.  A estas noticias de Japón, las acompañaron un par de noticias más para avivar el fuego. De repente, un dato de desempleo americano peor de lo previsto hizo interpretar a los inversores que la recesión podía ser peor de lo esperado y que no serían suficientes las bajadas de tipos para mantener los resultados empresariales, y por otro lado, Warren Buffet anunciaba que había vendido una parte importante de su participación en Apple. Estos movimientos dispararon la volatilidad negociada en las opciones (pasó del 10% al 65%) y por tanto las necesidades de cobertura de posiciones a la baja que hasta entonces se habían despreciado.

Al día siguiente, el Banco de Japón se asustó y negó que el movimiento de subida del 0.25% fuera el primero de otros movimientos y se calmó el mercado. No solo eso, sino que hemos recuperado la bajada a lo largo del mes de agosto, y muchos valores que no se querían ni en pintura el 5 de agosto, hoy somos afortunados si los podemos comprar un 40% por encima. Y los enamorados fueron felices y comieron perdices.

Qué moraleja podemos sacar de todo esto. Primero, que los movimientos en el mundo real y en el mundo financiero siguen dimensiones distintas. Una pequeña variación en un dato de empleo o inflación puede generar un tsunami en los mercados por diversos aspectos de posicionamiento, o cambio pendular de nuestro estado de ánimo, y pasamos del blanco a negro en función del precio de las cotizaciones, y que las cosas se toman más tiempo para suceder de lo que pensamos, y que luego ocurren más rápido de lo que tú pensabas que lo haría.

Nada mejor para explicarlo que aquel artículo de una empresa de información financiera que traía Howard Marks en su última carta:

“Hoy en Wall Street, las noticias sobre bajadas de tipos de interés hicieron subir a las bolsas, pero entonces la expectativa de que dichos tipos desembocarían en más inflación mandó las cotizaciones a la baja, hasta que la toma en consideración de que tipos más bajos podrían estimular a la economía empujó al alza al mercado, antes que al final de la sesión volvieron a bajar ante los temores de que una economía sobrecalentada podría llevar a nuevas subidas de tipos de interés”.

Buena vuelta de vacaciones,

Julio López Díaz, 30 de agosto de 2024

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