Geopolítica
Las declaraciones de guerra de la IGM tienen su gracia. Países que no les iba nada en ello declararon la guerra. Cuba y Panamá a Alemania el 7 de abril de 1917, Brasil el 1 de junio de 1917, Siam a Alemania y Austria el 22 de julio de 1917, Liberia el 4 de agosto, Guatemala en abril de 1918, Costa Rica en mayo de 1918, Nicaragua en mayo de 1918, Haití en julio y Honduras en la misma fecha. No deja de ser sorprendente por qué el sentimiento atávico, el ánimo belicista repentinamente se despierta y sale a la superficie.
Hace ya más de veinte años (que no son nada, que febril la mirada, errante en las sombras que cantaría Carlos Gardel) asistí a una conferencia que daba el gurú de la época, Ralph Acampora, que se hizo famoso por decir que el Dow Jones alcanzaría rápidamente los 10.000 puntos cuando estaba en 7.000 por aquellos tiempos. Luego dijo que se verían los 30.000 pero para eso ya hicieron falta 20 años más… Lo más significativo, o por lo menos con lo que me quedé yo, fue que el término que había permitido alcanzar esas cifras era PAZ. El mundo llevaba casi 30 años después de terminar la guerra de Vietnam y la del Yom Kipur sin conflictos importantes y eso había permitido un desarrollo económico sin parangón en la historia de la humanidad.
En los dos últimos años, hemos desarrollado conflictos geopolíticos más gruesos pero la reacción de los mercados no ha sido de honda preocupación. La caída de los mercados dura unos cuantos días o apenas horas, y no parece representar una gran amenaza al mundo del dinero, lo cual no deja de sorprenderme. Los niveles de infravaloración de riesgos geopolíticos están a niveles de sótano. Para muestra solo tienen que ver que la bolsa del mundo que más ha subido en el mes de noviembre ha sido… la de Israel. La pregunta que nos hacemos es si esto será siempre así, y si los conflictos geopolíticos han dejado de tener importancia a la hora de fijar nuestras inversiones.
El mundo está pasando, de momento gradualmente, de un mundo con un único policía a un mundo más “desordenado” con muchos más jugadores y con bloques más líquidos y movedizos, y donde hasta hace poco, la diplomacia, aunque inane, era la herramienta principal de solución de conflictos. Sin embargo, ésta se está abandonando por un apero digamos más “tradicional” que es la guerra. Algo que parecía haber dejado de ser una solución previsible vuelve a primera plana.
Podemos ver algunas características comunes en los conflictos vigentes. La primera de ellas es que no se extiende a terceros países más allá de ayudas financieras o armamentísticas. De momento se deja a cada país que arregle sus problemas. En ningún momento se habla de apoyo de tropas de terceros. Ningún país del mundo parece dispuesto a ir más allá en sus soportes y que los telediarios comiencen con la repatriación de ataúdes. Eso impide la extensión de los conflictos, lo que siempre es una nota positiva, pero que tiene su contrapartida. Todos los sátrapas del mundo comienzan a ver esa falta de respuesta y como las manadas de lobos, pueden ir acercándose cada vez más a sus víctimas y les haga pensar que es una muestra de debilidad generalizada. Esto lo vemos en conflictos inter-países, pero cuando vemos conflictos dentro de países entre distintas fuerzas, pasan a ser problemas “internos” en los que los derechos humanos pasan a un quinto plano, más allá de las 24 horas que unos políticos se rasgan las vestiduras delante de unas cámaras de televisión. Las mujeres afganas han debido pasar a vivir en un mundo idílico lleno de vino y rosas…
Las guerras terminan por cansarnos a los ajenos a la primera línea del conflicto, y empezamos a darle vueltas a las derivadas segundas, cuánto nos cuesta la ayuda pasa a ser lo primordial y nuestros fuertes apoyos empiezan a resquebrajarse. Las muertes pasan a ser números sin valor o tanteos de videojuego, y los aliados empiezan a discutir si ayudar a uno u otro porque sus presupuestos no les dan para proveer a dos países. Aunque muchos observadores dicen que Rusia está perdiendo la guerra, yo tengo mis dudas, porque las divisiones de apoyo financiero a Ucrania se acrecentarán y hará muy difícil la recuperación de las fronteras anteriores al conflicto.
Como decía anteriormente, yo creo que estamos en un proceso de tanteo, y de ver cómo se comporta la fuerza hegemónica de los últimos 100 años, y como responde a los conflictos que se vayan desarrollando, y ver si sigue teniendo la fuerza de antaño o da muestras de debilidad y de repliegue en todas las causas internacionales.
Hay muchos conflictos fuera de foco, ya sea el Sahel o Armenia, pero hay un posible conflicto que puede ser prueba de laboratorio de esta situación. Me refiero al que está en sus primeros balbuceos entre Venezuela y Guyana por la región del Esequibo. Una región apenas explorada que tuvo la suerte (o no) de encontrar petróleo hace 8 años. Desde entonces, Guyana ha sido el país del mundo con el mayor crecimiento porcentual del PIB, casi un 350% en esos 8 años, con solo 850.000 habitantes. Ahora mismo produce alrededor de 400.000 barriles de petróleo por día, pero se estima que subirán a los 700.000 en apenas tres años. El lío viene o puede venir porque la empresa que está gestionando la extracción es la norteamericana Exxon. De momento, el gobierno guyanés ha solicitado ayuda al gobierno americano, y veremos si la diatriba de Maduro se queda en un brindis al sol o va más allá.
La gran perdedora en todos estos conflictos es sin duda Europa. En un mundo de matones, el “bueno” suele perder atrapado en un juego en el que no se muestra cómodo. Sin independencia energética, el edificio que nos habíamos construido, de producir barato con el petróleo y el gas ruso para venderle a los chinos, presenta grietas importantes. Es la gran perjudicada con la ruptura de su esqueleto económico y atrapada en una peligrosa deriva demográfica deprimente.
El one-off de los conflictos es el de China con Taiwan, que permanece larvado, pero no concluido. China tiene unos problemas estratosféricos que en un momento dado pueden desembocar, como tantas veces en la historia, con un conflicto exterior que oculte los anteriores. El problema inmobiliario está muy lejos de solucionarse, y sus expectativas demográficas son aún más oscuras que las europeas. No ha terminado de desbancar a Estados Unidos como potencia mundial, y el tiempo empieza a jugar en su contra. Si su crecimiento económico se basó en un gran crecimiento demográfico, este hace tiempo que dejó de ser leña para el tren. Muchos estudios sitúan su población en 50 años por debajo de los 1.000 millones de habitantes, frente a los 1.400 actuales.
Esperemos que nos pase como a Winston Churchill, que comentaba que se había estado preocupando toda su vida por cosas que nunca sucedieron.
Decía Ambrose Bierce: “La guerra es el camino que ha elegido Dios para enseñarnos geografía”.
Buena semana,
Julio López Díaz, 13 de diciembre de 2023