Elección de magistrados
Cuenta Irene Vallejo en su libro El Infinito en un Junco, “Las elecciones parecen hoy un buen sistema para escoger a nuestros gobernantes, pero los primeros demócratas de la historia preferían dejar la decisión en manos del azar. Aunque suene extraño, los antiguos atenienses rifaban los principales cargos. Aristóteles nos cuenta que introducían en una tinaja los nombres de los aspirantes y en otra, habas blancas y negras. Quien extraía un haba blanca, obtenía el cargo, mientras las negras eliminaban a los candidatos. Allí nació la frase “son habas contadas” y la expresión “tener la negra”, o sea, sacar la legumbre negra que señalaba la derrota. Los fundadores de la democracia entendieron pronto la complejidad de los nombramientos. Y es que resulta difícil mantener un equilibrio entre las dos caras de la política: gobernar como oficio y como servicio.
Parece mucho mejor solución que el callejón sin salida en el que estamos metidos ahora mismo. Me parece mucho más sensato jugarse a los chinos el formar parte del Tribunal Constitucional entre todos aquellos jueces que reúnan las condiciones para serlo, que el necesitar el soporte de cualquier partido para lograrlo y ver la obscena escena que vemos todos los días de votaciones por bloques en el que el signo de cualquier votación viene predeterminado por las directrices de Génova o Ferraz. Lo llamamos democracia, pero es realmente una oligocracia. Jared Diamond, el autor de Armas, gérmenes y acero, no moraliza la historia como Harari, pero la ordena y resalta de tal modo que aporta argumentos científicos a quienes creen que nada bueno ha sucedido en 13.000 años. Para Diamond, el paso de la sociedad de cazadores recolectores a la sociedad sedentaria, compleja y organizada en Estados Unidos supone el tránsito de la igualdad a la cleptocracia. Todas las civilizaciones se basan en la usurpación y el dominio de una élite sobre un pueblo explotado, de tal modo que nunca ha habido diferencias entre democracias y tiranías. Si acaso la distinción es de grado, no de concepto. Antes eran unos sumos sacerdotes que recibían unos presentes para el templo porque eran los intermediarios entre los hombres y los dioses, ahora el único Dios es el Estado y sus intérpretes son los funcionarios públicos.
Decía mi amigo Eduardo, que el partido que arrasaría en cualquier elección sería el Partido del Contribuyente, un partido que velara por esa mayoría silenciosa que se limita a ser apaleada vía impuestos y vía burocracia infinita. Decía Balzac que las leyes eran como las telas de araña, a través de las cuales pasaban libremente las moscas grandes y quedaban enredadas las pequeñas. Un ejemplo claro lo tenemos con la reversión o eliminación del delito de malversación. Lo que al final queda, es que unos políticos han decidido (por mandato popular, según explican) reducir la pena a otros políticos por utilizar dinero público en su beneficio. Lo primero que me sugiere es si la insumisión fiscal es la única herramienta que nos queda y acabar de una vez con todo este putrefacto sistema. Recordemos por enésima vez a Frederic Bastian: “Cuando en una sociedad el saqueo se convierte en un modo de vida para ciertas personas, con el paso del tiempo estas crearán un sistema legal que lo autorice y un código moral que lo glorifique”. La sociedad cada vez se divide más en dos bloques antagónicos, los que viven del Gobierno y los que lo sufragan, con una diferencia, que los primeros son los que disponen y los segundos solo acatan. Los primeros no tienen cuentas de resultados y su único objetivo parece construir un camino perpetuo de normas, leyes y nuevos organismos reguladores.
El común de los ciudadanos mira de forma asombrada todo lo que acontece en el mundo de la política y la judicatura en nuestro país en los últimos días y lo único que parece producir es una profunda arcada. Nadie parece mirar por el bien común y solo siguen criterios particulares que para los que no obtenemos ninguna recompensa en forma de salario de asesor o de nombramiento público, se nos antoja miserable y pueril. El grado de cinismo es mayúsculo, y la utilización y usurpación de lo que denominan voz del pueblo es mezquina y lamentable. Los partidos políticos funcionan como las webs de Internet que te meten 200 páginas de disclaimer en la que todo se reduce después a aceptar, y en la 180 has asumido que tú mataste a Kennedy. Más allá de valores propios de una derecha o una izquierda, la diferencia principal está en si se gobierna o se está en la oposición, y lo que está pasando con el tema jurídico es un claro ejemplo. Cuando se está en el Gobierno se intenta pasar el rodillo y desde la oposición se pide diálogo. Eso es inmutable, independientemente de quien gobierne. El que pide diálogo suele ser siempre el débil de la ecuación. Es el Pedro diferente cuando está en la oposición que cuando gobierna, o viceversa con Alberto.
Avisaba Plutarco, y lo recordaba también Irene Vallejo en el mismo libro que mencionaba anteriormente del peligro que representan los gobernantes obcecados en alimentar los rencores de su pueblo como fuente de poder y privilegio: “la política se define precisamente como el arte de sustraer al odio su carácter eterno”. Es decir, que el ayer no prevalezca sobre el presente y lo ponga en peligro. No parece que hayamos aprendido mucho en estos siglos.
Decía Noam Chomsky que el cuadro del mundo que se nos presenta no tiene la más mínima relación con la realidad, ya que la verdad de cada asunto queda enterrada bajo montañas de mentira. Y es que la verdad es ocultada por negación de la información o por su exceso. Cuando se debería recibir música movilizadora, tan solo llega a los ciudadanos un ruido paralizante que consigue anular la capacidad de crítica individual. Una de las técnicas empleadas para controlar y someter a las poblaciones consiste en infundir temor, un miedo irracional y paralizante que solo se pueda superar al amparo del poder.
Otra estrategia utilizada por el poder como escribe Pedro Baños es la estrategia del buenismo. Consiste en ejercer la voluntad propia sin generar recelos, amparándose siempre en el bien común o en ideales aceptados por la sociedad. Adecuadamente empleada, se convierte en la más sutil y tiránica forma de poder; somete sin crear reacciones y subyuga sin tensiones. Su poder proviene de una aparente pasividad y tolerancia y del desmedido interés por que no afloren conflictos, para que todo fluya de modo pacífico.
La última estrategia la hemos vivido este fin de semana con el pan y circo romano, que ahora representa el futbol. Ya da igual la inflación del 90% en Argentina, somos campeones del mundo. ¡Qué más importa!
Por no hablar del alargamiento de pene de Jorge Javier, en fin…
Felices Fiestas,
Julio López Díaz, 21 de diciembre de 2022