La cultura china
A principios del siglo XX un occidental, viendo que un chino estaba colocando un tazón de arroz al lado del cadáver de su hermano, le preguntó si creía que el difunto iba a venir a comerlo. El chino respondió que no, pero a su vez inquirió al curioso, si él realmente creía que los cadáveres en los cementerios cristianos podían oler las flores que sus familiares colocaban en las tumbas.
Uno de los aspectos más sorprendentes a la hora de interpretar los grandes acontecimientos geopolíticos que estamos viendo en el mundo, es la diferente forma de ver las cosas que cohabitan a lo largo del planeta. Actuamos como si hubiera una única forma de afrontar las cosas, pero lo que nos parece meridianamente claro para nosotros, le parece incomprensible a un árabe, un ruso o un chino, y esto nos hace chocarnos bruscamente con muros que nosotros no vemos.
De repente, la repercusión de los efectos de la guerra en Ucrania sobre los mercados financieros ha pasado a un tercer lugar. Lo más preocupante en mi opinión está pasando en China, con vuelta a situaciones que pensábamos habíamos superado. Los confinamientos que estamos viendo en Shanghai pueden ser un nuevo palo en la rueda de la recuperación económica mundial, y una vuelta a los problemas logísticos que parecían olvidados. Una de las tendencias que, si vemos titulares, más se está nombrando es la desglobalización; una vuelta a ciertos usos, anteriores a que todas las empresas fijaran sus centros de producción en China para aprovecharse de un coste salarial más bajo. Con la pandemia vimos los peligros que entrañaba tener toda la producción focalizada en un único sitio lejano y los cuellos de botella que se creaban. Parece que comenzó un nuevo proceso en el que se fragmentarían más los centros de producción y además se acercarían a Occidente. No hemos dejado de ver estos titulares, que sin embargo desmienten las cifras. Si antes del Covid las exportaciones totales chinas representaban el 13,1% del total mundial, esa cifra ha subido hasta el 15.4% a finales de 2021. No parece que haya cambiado mucho la tendencia, por lo que el parón y confinamientos que estamos viendo en China, a no mucho tardar lo volveremos a pagar en Occidente.
China está siendo la mayor fuente de pesadillas para nuestra cartera, y la forma de actuar de su gobierno nos sigue asombrando y sorprendiendo porque, en nuestra opinión, se están dando un tiro en su propio pie. Toda la política famosa del “bien común” ha supuesto una pérdida de capitalización de las empresas tecnológicas chinas equivalente al PIB de España. Si hace dos años, la principal ventaja competitiva china era su mayor experiencia en el tratamiento de datos y en inteligencia artificial, todo ese diferencial lo han dilapidado en doce meses. Es una muestra más de ese concepto que nos obsesiona, de las segundas derivadas de las decisiones que se toman, y que no se tienen en cuenta hasta que es demasiado tarde. Es la misma definición de populismo: soluciones fáciles a problemas complejos, porque no vemos que cada decisión no es consecuencial sino que, como un organismo vivo, provoca múltiples reacciones. En este caso, una limitación en la operativa de las empresas tecnológicas llevará a una cuantiosa reducción en la productividad futura, que terminará por repercutir en la pérdida de ventajas competitivas en un primer momento, y en un menor empleo en uno posterior. Mientras que en Europa nos quitamos las mascarillas y hemos pasado a definir el Covid como algo similar a una gripe, en China han vuelto a emplear políticas de confinamiento realmente distópicas. Con un cambio llamativo, en algunos casos en vez de estar confinados en los hogares, estamos viendo como el confinamiento pasa a hacerse en los centros de trabajo para no parar la producción (es el caso de Tesla, donde los trabajadores duermen y comen en la propia fábrica). Más allá de la propaganda usada por el gobierno chino (los casos reconocidos siguen siendo mínimos) datos objetivos como las imágenes de satélite del colapso de barcos en el puerto de Shanghai, nos dan una imagen más real de los problemas de oferta que veremos acrecentados en las próximas semanas. Si miramos el número de vuelos sobre China, también estamos viendo que marcan niveles incluso inferiores a los que vimos con el cierre de Wuhan en el primer trimestre de 2020. China, pues, volverá a ser el principal lugar que mirar para ver la evolución de los mercados financieros. Y no sólo desde el punto de vista de la oferta. Hay sectores, como el del lujo, que se verán muy afectados por el confinamiento chino. Si vemos las cifras de 2021, el consumidor chino de lujo representa ya el 21% del consumo total mundial. Veremos cómo se comporta este sector que parecía inmune ante los movimientos de la economía.
El segundo punto de atención lo tenemos en las declaraciones extraordinariamente agresivas de los gobernadores de la FED, para lo que nos tenían acostumbrados en la última década, apostando por subidas de tipos más rápidas y amplias de lo que descontaban los mercados. Es acojonante la gestión de estos personajes, después de haber inflado una burbuja estratosférica y apostar por ver una inflación transitoria, a parecer guerreros chechenos anti-inflación. A mí lo que me llama la atención es la unanimidad absoluta, antes cuando era blanco y ahora cuando parece negro; no dudan nunca… es muy parecido a lo que estamos viendo ahora con los precios objetivos de muchas acciones por parte de analistas que, sin ningún sonrojo, cambian sus precios objetivo en más de un 60% respecto a hace apenas un trimestre…
El movimiento que hemos visto de bajadas de precios en los bonos es el mayor en casi treinta años en Estados Unidos (en Europa no, que tuvimos los famosos movimientos de la prima en 2012). Además, hemos vuelto a aprender el concepto de sensibilidad, y cómo una variación en tipo de interés de menos de un punto en TIR lleva a caídas en precio de más de siete veces (dependiendo del vencimiento del bono). Y el concepto de activo seguro tiene también su quebranto, porque el comportamiento de la curva (menores tipos a largo que a corto) también ha provocado distorsiones importantes en su definición. ¿Qué nos está diciendo el mercado? Pues básicamente que a la FED se le irá la olla y que terminará por provocar una recesión que a no mucho tardar obligará a bajar otra vez los tipos de interés, volverá a comprar activos, etc., etc. ¿Y los inversores cómo pueden defenderse de todo esto? Pues malamente, que diría Rosalía. Hay un consenso que las acciones son una cobertura natural contra la inflación. La historia nos dice que esto es así (sólo hay que ver el gráfico de la bolsa alemana en los años 20 del siglo pasado, o las bolsas de Venezuela o Zimbabue en los últimos años). El perdedor es el que deja su dinero parado sin hacer nada, que además se ve vapuleado normalmente con una depreciación brutal de la moneda. Fijémonos en un ahorrador conservador español. No solo tiene intereses reales negativos de un 10%, sino que vemos que la depreciación del euro contra el dólar le ha añadido un 5% en lo que llevamos de año de pérdida de poder de compra. Si nos fijáramos solo en la inflación, la decisión de donde poner el dinero no sé si sería clara, pero sí lo sería dónde no estar. Pero como hemos comentado a lo largo de la carta, toda decisión crea un árbol de comportamientos futuros no lineal, y si las subidas de tipos provocan una recesión, de ser las acciones un activo “beneficiado”, pasarían a ser todo lo contrario, porque los beneficios se resentirían y los márgenes tan boyantes que estamos viendo y que han servido de freno a las caídas desaparecerían. Por eso las decisiones no son nunca blanco o negro.
Una de las máximas de los lobbies americanos dicta: “Quien no se sienta a la mesa, es parte del menú”.
Buena semana,
Julio López Díaz, 25 de abril de 2022