Boycott
La palabra boicot se introdujo en el diccionario en 1950, aunque se venía utilizando desde mucho antes. Su origen se debe al capitán Charles Cunningham Boycott (1832-1877), administrador de las fincas que el Conde de Erne tenía en Irlanda. Estaba Irlanda en lucha por su libertad y un famoso orador de la época, Parnell, había recomendado a los campesinos que no trabajaran las tierras de los propietarios ingleses, a menos que se modificara la ley agraria promulgada por el parlamento inglés. Fiel a su señor, pero disintiendo de él, Boycott vio como se le cerraban comercios, no encontraba pastores o le interceptaban el correo. Al final tuvo que ceder y volver a Inglaterra donde abogó por los irlandeses, denunciando la opresión en que vivían.
La marcha del mundo nos sigue dando muestras de la absoluta limitación de nuestra capacidad de análisis para explicar las cosas. Todavía conmocionado por el ataque ruso a Ucrania, sigue sin entrarme en la cabeza que dicho ataque se haya producido. La RAE define la lógica como método o razonamiento en el que las ideas o la sucesión de los hechos se manifiestan o desarrollan de forma coherente y sin que haya contradicciones entre ellas. La conclusión es que no parece existir una única lógica (la nuestra) y Putin parece no tener esas contradicciones que sí tenemos en los países occidentales y tiene un plan claramente establecido, aunque a nosotros nos parezca una locura. Uno de los mayores sesgos intelectuales que tenemos, es mirar los hechos pasados como una línea perfectamente recta, y terminar por concluir que lo acontecido era irrefutable y lo más sencillo que pasara. El caso más claro en la historia del siglo XX es el del tan vilipendiado posteriormente premier inglés Neville Chamberlain, que cedió a las ocupaciones alemanas de Austria y los Sudetes, a cambio de una vaga promesa de paz, y que Churchill castigó terriblemente con esa frase lapidaria “Entre la guerra y el deshonor, habéis elegido el deshonor, y tendréis la guerra”. El desarrollo de los hechos dio la razón al bueno de Winston, pero eso lo sabemos ahora y, tras el sobresalto chocante inicial, sí que debemos tenerlo en cuenta para saber que la historia se repite. ¿En qué situación estamos ahora? Pues volviendo a los viejos refranes árabes, “la primera vez que me engañaste fue culpa tuya, la segunda vez fue mía”. Después de haber errado o de haber sido engañados, en nuestra interpretación del juego ruso, tenemos que caer en la cuenta de que las reglas han cambiado. Aquella frase divertida de la portavoz rusa: “Díganme qué día vamos a atacar, porque tengo que planificar mis vacaciones” se ha vuelto trágica y demoledora.
La historia de los últimos cincuenta años se puede reducir a tres letras: PAZ. Ya sé que es una reducción “occidental” y que muchas partes del globo han estado lejos de vivirla, pero nuestro mundo más cercano sí lo ha vivido así. Esa paz es la que ha traído la época de mayor avance y bienestar al mundo occidental en toda su historia. La paz ha permitido que las ingentes cantidades que dedicaban los Estados europeos históricamente a armamento (incluso los tradicionales Ministerios de la Guerra pasaron a llamarse eufemísticamente de Defensa) se pudieran destinar a construir un potente Estado de Bienestar. Esta situación, que se verá fuertemente comprometida a corto plazo, en un momento que ya estaba explorando sus límites por las políticas de endeudamiento hasta el infinito que hemos visto en los últimos años.
Desde el punto de vista geopolítico ya no me atrevo a intentar encontrar una salida, pero desde el punto de vista económico y financiero se están dando situaciones complejas que no sabemos por donde desembocarán. En los mercados financieros hemos visto caídas abruptas de las acciones y ciertas subidas de los activos denominados libres de riesgo (bonos soberanos occidentales, principalmente). Es un movimiento casi espontáneo que se ha repetido en las últimas tres décadas, pero del que tenemos que huir en este momento. Yo no estaría en bonos bajo ninguna circunstancia. Hemos vivido un largo periodo de deflación que favorecía esa circunstancia, pero eso se ha acabado. En un periodo de inflación, ese movimiento te lleva a la ruina. Con tipos de interés reales negativos del 6% sabes que, de no alterarse los parámetros, tu inversión a vencimiento va a hacer que tu poder adquisitivo a diez años se haya reducido en dos tercios. Vas a depender de que alguien te lo compre por encima de lo que has pagado y no de los flujos que te dará la inversión, algo que siempre es muy peligroso.
También hemos visto (insisto en el punto de vista exclusivamente financiero, y no político) lo que era estar invertido en acciones rusas. El ETF de bolsa rusa ha caído un 90% desde el comienzo de las hostilidades. El mayor banco ruso (Sberbank) se suspendió en la bolsa de Londres cuando cotizaba a 0.0453 libras, cuando valía 20 libras en octubre. La capacidad de conversión de un activo financiero en humo ha sido terrorífica.
Los mensajes subliminales (o no tan subliminales) que se están transmitiendo también son preocupantes. Rusia diciendo que no va a vender más su petróleo, su gas y sus cereales a cambio de monedas occidentales, porque estas están programadas para degradarse continuamente.
Los países occidentales responden con otro mensaje a navegantes a todos los países del mundo: “Si tenéis reservas en divisas en nuestro sistema, no serán muy seguras si discrepáis de nuestras políticas”.
Lo que dicen estas frases sobre el futuro del sistema monetario mundial y nuestros ahorros es realmente escalofriante… ¿Dónde meterse? La primera respuesta es claramente en activos reales, pero hemos construido una burbuja de “papelitos” que admite un desagüe complicado. Cualquier intento de proseguir en estas circunstancias con las políticas tradicionales (volver a imprimir) es claramente desaconsejable y pernicioso, porque la gente termina por darse cuenta de que el dinero en papel no vale nada y acrecienta hasta el infinito la inflación (tengo que comprar lo que sea porque mañana mi dinero vale menos).
Si miramos las valoraciones actuales, encontramos que muchas acciones están por primera vez en mucho tiempo a valoraciones atractivas. El problema es que seguramente, a la corrección que ha habido en PER, falta unir bajadas en las estimaciones de beneficios que todavía no estamos viendo de forma muy generalizada. El precio de la energía y la vuelta a los problemas de abastecimiento de otros productos pueden ocasionar bastantes distorsiones. Muchos sectores industriales en precios de acciones históricamente interesantes tienen como principal input esa energía y su capacidad de compensar con subidas de precios finales, que varía mucho en función de los sectores. El sector del automóvil, por ejemplo, sigue con entrega de productos finales con plazos superiores a los seis meses para muchos modelos, lo que hace difícil de cuantificar su repercusión final en términos de ventas.
Otros mercados están afrontando muchos problemas. El caso del níquel es un ejemplo claro, con una subida diaria del 120% en una sesión y cierre del mercado con posterioridad. Los riesgos de quedarse atrapado en un producto, como estamos viendo, son cada vez más habituales. El caso de las materias primas en concreto presenta grandes peligros. La práctica normal es que los productores vendan contratos a largo plazo para cubrir sus márgenes. Sin embargo, la diferencia temporal y el apalancamiento, puede romper a muchos al exigir a los vendedores que pongan de forma inmediata garantías por su exposición en derivados.
Otra prueba de “falta de lógica” para nosotros, la podemos ver en lo que está pasando con las acciones tecnológicas chinas, atacadas de forma despiadada por su propio gobierno. El índice de internet ha caído un 80% en menos de un año. Si le unimos a esta situación interna la experiencia de inversores occidentales con sus acciones rusas y las posibles represalias por colaboracionismo chino con Rusia, vemos como la huida se está haciendo sin mirar.
Una vez le preguntaron al gran maestro de ajedrez Capablanca cómo podía anticipar los diez o quince próximos movimientos, como se suponía que hacían todos los profesionales. La respuesta del cubano fue: “Yo no hago nada de eso. Yo muevo en cada paso lo que creo mejor”. Pues así creo que se debe actuar ahora en los mercados.
Buena semana,
Julio López Díaz, 16 de marzo de 2022