Área personal

Dalí

Julio López 17 Nov 2016

La fuerza de la escena de La Edad de Oro, en la que aparece una mujer chupando los dedos de los pies de una estatua, es mérito de Buñuel. Dalí no se sentía cómodo con la sexualidad femenina. Su sexualidad personal estaba más centrada en el voyerismo y el onanismo. Amaba a su esposa, Gala, pero prefería que ella se acostara con otros hombres. “Los hombres que practican sexo con facilidad y pueden entregarse sin dificultades, tienen una potencia creativa mínima” dijo. “Mira a Leonardo da Vinci, a Hitler, a Napoleón; todos dejaron su impronta en su época, y fueron más o menos impotentes”. Supuestamente, Dalí llegó virgen a su noche de bodas, debido a su miedo a la vagina, y en sus obras asociaba a menudo los crustáceos con pinzas con los genitales femeninos.

Después de diez días transcurridos desde las elecciones americanas, todavía nos preguntamos cuánto de “potencia creativa” va a tener Donald Trump para sacarnos del atolladero económico en el que estamos sumidos. Si hacemos caso a Dalí y examinamos la biografía del personaje, no deberíamos esperar mucho, pero la respuesta de los mercados sigue siendo sorprendente. Si en febrero, con la que estaba cayendo, nos aseguran que nos quedaba por pasar la tortura del Brexit y la victoria de Trump, yo desde luego no hubiera apostado un níquel por que los mercados estuvieran donde están. La capacidad de filtrado ha sido colosal, y parecen inmunes a cualquier tipo de enfermedad. Es un proceso adaptativo curioso. En la década pasada, lo que hacía extraordinariamente frágiles a los mercados era que hubiera un atentado terrorista. Exagerábamos su capacidad de influir en la marcha de la economía mundial. Con el atentado de las Torres Gemelas, los mercados bursátiles tardaron un par de semanas en empezar a recuperarse, cuando pasaron los de Londres o Madrid fueron un par de días, y los últimos atentados como los de Bruselas, París o Niza han pasado desapercibidos en cuanto a su efecto en las cotizaciones. Este año, los posibles cisnes negros eran de carácter político. Pero la reacción de los mercados ha sido muy parecida. Lo que aparentemente se dibuja como un riesgo extremo, no ha tenido apenas repercusiones. La principal conclusión a la que podemos llegar un poco de Perogrullo es que hay mucho dinero. Y los mercados, y no la inversión productiva, son el destino del mismo. Si examinamos los datos de flujos podemos llegar a unas conclusiones (seguramente rebatibles, por otra parte). En los últimos cuatro años, los flujos de salida de bolsas, de fondos de inversión y de pensiones no han dejado de crecer. Los flujos minoristas se han encaminado mucho más a fondos de renta fija. Los índices de participación se encuentran en niveles muy bajos, y para mucha gente eso hace que no se pueda aplicar el concepto de burbuja a la situación actual. La burbuja requiere mucha mayor participación de la gente (limpiabotas, taxistas, porteros). Eso es lo que nos indican las lecturas del pasado. Sin embargo, en muchos índices estamos en máximos históricos. ¿Qué podemos derivar de esto? Primero, una mayor implicación de nuevos jugadores. Por un lado, Bancos Centrales comprando acciones (que lo reconozcan, Suiza y Japón, principalmente), y por otro, las empresas recomprando sus propias acciones. Segundo, que la desigual distribución de la riqueza, ampliada en los últimos treinta años, ha hecho que el ahorro esté más concentrado en pocas manos.

Una de las cosas más curiosas de la victoria de Trump es, sin duda, que se ha cargado en unos minutos a todos los defensores de las políticas monetaristas que quedaban. Los Bancos Centrales llevan dando gasolina, en forma de bajada de tipos de interés y de compra de activos, desde hace siete años y no habían movido ni un palmo las expectativas de inflación de los jugadores del mercado. Supongo que Draghi y compañía estarán mandando currículos de forma acelerada a Barroso, a ver si las puertas giratorias les permiten volver de nuevo a Goldman Sachs, antes de presentarse a la próxima rueda de prensa para dar explicaciones de sus políticas. Toda esto se ha diluido como un azucarillo. Que el mundo haya confiado en un novato que acaba de sacarse el título de Patrón de Embarcaciones de Recreo, para capitanear el mayor transatlántico del mundo, y que haya gente que se pelee para subir al mismo, es para hacérnoslo mirar, pero es lo que está sucediendo. Y sólo me estoy fijando en la parte económica, no hablo para nada de parámetros sociales, culturales, de inmigración, etc. Es lo que tiene vivir en un mundo de eslóganes y no de programas, como diría Julio Anguita. Veremos cómo se van a llevar a cabo, pero me río yo de los que siguen hablando de las medidas de los primeros cien días de gobierno. Ahí sí que estoy dispuesto a dar contrapartida. Estoy dispuesto a cruzar cualquier apuesta a que las medidas que se tomarán serán una o ninguna. No es lo mismo dirigir la Trump Corporation, que los Estados Unidos de América. Es cierto que el Partido Republicano domina las dos cámaras, pero en el Senado la mayoría no es la mitad más uno, sino que son sesenta asientos, y hemos visto la situación de casi inmovilismo que ha tenido lugar durante los últimos cuatro años. Los tiempos son muy diferentes, y veremos cuánto dura el gas de la gaseosa abierta, y la paciencia que tiene el votante cuando vea incumplidas o demoradas de nuevo sus expectativas.

El clavo al que sí nos podemos agarrar, es que se logre acabar con las políticas fallidas de los Bancos Centrales. Sus políticas han tenido unos efectos bastante perniciosos, y lo único que consiguieron fue una considerable inflación de activos. El dinero creado se ha “embalsado” en activos viejos, en lugar de fluir por la economía. Las empresas no gastaban en nuevas inversiones y sí en recompra de acciones. La confianza de los inversores, al percatarse de que estaban en una economía manipulada, estaba por los suelos y se “contentaban” con no perder lo que tenían e incluso se habían acostumbrado a que les cobraran por tener dinero ahorrado. En lugar de endeudarse y consumir como habían hecho en el ciclo anterior, lo que han hecho en los últimos años es ahorrar más, para no tener que afrontar circunstancias de precariedad extrema en un futuro incierto. La clave para mí, y soy un pesado y bastante atrevido porque va contra mi propio “negociado”, es que todo ese dinero que hay en los mercados financieros vaya a la economía real. Que no se defiendan cotizaciones, sino negocios, y todo ello se basa en una mera cuestión de fe en el futuro.

Si nos descargamos del posible efecto psicológico de la declaración de inversión en infraestructuras, las cifras desnudas, aunque parezcan inmensas, no lo son tanto. De hecho, lo que se quiere gastar en esas infraestructuras en diez años en Estados Unidos es lo que se ha gastado China en el último año… Y veremos en qué quedan. Todavía no tenemos muy claro de dónde se va a sacar el dinero y cómo afectará al déficit. Si hablamos de quinientos mil millones de dólares en cinco años, es alrededor del 0.6% del PIB americano por año. Si se amplía el plazo, obviamente su impacto es todavía menor. Si a este efecto positivo le restamos el efecto negativo de un menor comercio mundial y el efecto negativo en su balanza comercial de un dólar más fuerte, yo creo que todavía no somos capaces de pergeñar el efecto final. Además, sabemos que las siete palabras más peligrosas del castellano son “Somos del gobierno y venimos a ayudar”.

Esa inflación que parece empieza a asomar, ¿va a llegar definitivamente, llevándose por delante los movimientos deflacionistas derivados del crecimiento tecnológico? Pues yo creo que no van a ser permanentes. Vamos a tener un efecto escalón sin duda en el primer trimestre del año, que viene motivado por los precios de comienzos de este año del petróleo, pero que se relajarán a medida que avance el año. En España, por ejemplo, el último dato de inflación ha sido el más alto en tres años, 0.7% positiva, y se espera que llegue al 1% en diciembre y hasta un 2% a principios del año que viene. Ha habido subidas de algunas materias primas relacionadas con metales, pero siguen muy deprimidas las materias primas relacionadas con la alimentación. En Estados Unidos están en niveles de empleo alto y puede haber presión en salarios, pero el tipo de empleo creado (máximo histórico de personas con más de un trabajo, no crecimiento de empleos a tiempo completo) le quitará presión.

 Como decía Tucidides, “Los fuertes hacen cuanto pueden y los débiles sufren cuanto deben”.

Buena semana,

Julio López Díaz, 17 de noviembre de 2016

24 Nov 2016
Ulises de James Joyce
2 Nov 2016
Roma
Suscríbete a nuestra newsletter
© 2024 Attitude Gestión, S.G.I.I.C. S.A.