Área personal

On the Road

Julio López 14 Sep 2016

“On the road” fue escrita en 1951, durante un intenso periodo de tres semanas. Fue mecanografiada, a un espacio y sin separaciones entre párrafos, en un rollo de papel de casi cuarenta metros de largo que Kerouac había hecho, pegando un montón de hojas de papel cebolla. Durante el proceso de escritura, pasaba horas frente a la máquina de escribir, sin levantarse; su fuente de energía eran las anfetaminas, y no necesitaba comer ni dormir. El rollo servía para que no tuviera que parar a insertar una nueva página. El resultado fue un flujo de conciencia que brotó con entusiasmo a ritmo de jazz. Kerouac tomó la palabra beat, que definiría a esa generación de escritores, de un timador callejero y yonqui que la empleaba para referirse a la experiencia de no tener dinero ni expectativas.

Llevo un par de semanas visitando a gestoras, bancas privadas, etc y las conversaciones se orientan siempre al mismo lado. Nadie tiene ni idea de lo que va a pasar. Pero lo sorprendente viene después, cuando les preguntas qué tienen entonces en cartera y te presentan una cartera que, en mi opinión, está  sumamente expuesta a los vaivenes del mercado. La razón es siempre la misma. No pueden quedarse por detrás de la competencia si suben los mercados. Lo cual crea una paradoja de inversión curiosa, que arrastra a todos. Nadie considera que sea una situación óptima de inversión, pero todos están invertidos porque creen que el resto lo está. Y además, nos creamos una red de protección ficticia, pensando que al estar todos los jugadores igual, los Bancos Centrales “no pueden dejar que les vaya mal”. La industria de inversión está montada de esta forma. Al final, los gestores son más gestores pasivos que activos y sus posiciones no difieren mucho de la media, y reaccionan sólo cuando lo hace el cliente final al suscribir o reembolsar sus participaciones.

Esto, como inversor, a mi me produce bastante inquietud. Cuando alguien te dice que no tiene muy claro la situación, al menos debes pensar que las apuestas que realice el gestor serán bastante comedidas y en el caso de que se equivoque, las pérdidas no deberían ser necesariamente altas, pero ya vemos que la realidad no es así. Claro, que más me preocupan los gestores que hablan de certezas en el mundo de la inversión, cuando sólo jugamos con probabilidades. Esos sí que tienen peligro…

El principal problema que tiene un inversor a largo plazo (nosotros, como estamos en el corto plazo más rabioso, no tenemos este problema gracias a Dios) es pensar cómo jugar la baza con las cartas que tiene, y si lo mejor es tener que pasar, aunque tenga que pagar el peaje de estar en la mesa cada vez que le toque ser mano. Para ejemplo, lo que está pasando en los mercados de bonos. Como ya sabrán, los tipos de interés en Europa han estado “penetrando” fuertemente en territorio negativo, alcanzando el bono a dos años alemán una rentabilidad negativa del 0.70%, y el diez años alemán del -0.20%.  El tramo que todavía tenía rentabilidades positivas era el treinta años, que llegó a niveles del 0.40%. Pues bien, en apenas tres días, su rentabilidad ha subido hasta el 0.63%. A lo mejor la cifra no les dice nada, pero en román paladino, significa que la rentabilidad que pensabas obtener en 12 años, la has perdido en esos tres días. A lo mejor vuelve a recuperarse y no pasa nada, pero creo que los inversores deben ser conscientes de los riesgos en que están incurriendo.

La complejidad de la economía global se ha incrementado de forma exponencial en los últimos años, como consecuencia de las políticas monetarias agresivas por parte de los Bancos Centrales y por el aumento brutal de la deuda. Históricamente, aumentos de deuda desembocaban en subidas de los tipos de interés. Este proceso se ha quebrado en los últimos años, así que tenemos que aceptar humildemente que no sabemos qué deparará el futuro, y que en esta situación, el gestor de nuestros dineros debería construir una cartera “No sé lo que va a pasar”. Decía Gandhi que no es muy sabio estar seguro de la propia sabiduría de uno. La destrucción del precio del dinero lleva a una total falta de información veraz para tomar decisiones. Los mecanismos de oferta y demanda no funcionan cuando el Soviet de turno fija los precios, y éstos pasan a ser una herramienta política. En el mundo actual, los participantes en el mercado han sido forzados a tomar cada vez más riesgos que no saben medir y de los cuales no saben calibrar las consecuencias.

Una muestra de la confusión reinante la estamos viendo con las declaraciones efectuadas por distintos miembros de la Reserva Federal americana durante la última semana. Han expresado una variedad desconcertante de puntos de vista sobre si subir tipos en su reunión de septiembre o no. Si el viernes Rosengren abogaba por subidas y la bolsa americana se dejaba 600.000 millones de dólares en capitalización, las del lunes de Brainard hacían recuperar casi dos tercios de la caída. Movimientos brutales por las declaraciones de estos sospechosos habituales. Y lo que me llama la atención son los movimientos previos de mercado de esos días. Mientras el viernes las acciones venían cayendo antes del discurso; el lunes, hicieron el movimiento contrario, y venían subiendo antes de que saliera la grácil paloma Brainard. A mí me quedó la sensación de que alguien sabía “el texto” de lo que iban a decir. ¿Saben cuánto dinero se puede ganar con esa información? ¿Cuánto puede completar un alto funcionario su sueldo, filtrando una información así? Descojónense de todas las tramas de la construcción que hemos tenido en España en estos últimos años. ¿No es esperpéntico que hayamos llegado a esta situación, y que tengan tanto poder estas personas? ¿Debemos creer que los políticos que se dedican a las “cosas económicas” son más íntegros y virginales que el resto? Quizá sea un producto negro de mi mente calenturienta, pero cuando yo me inicié en los mercados, a mediados de los noventa, sí que pude comprobar cómo un par de entidades sabían antes que las demás los datos de inflación española, y tomaban posición previamente en los mercados.

Como ven, todos los mensajes van hoy en la misma dirección. Como decía Barton Biggs, no existen relaciones o ecuaciones que siempre funcionen. Las soluciones cuantitativas y las ecuaciones de asignación de activos fracasan invariablemente debido a que están diseñadas para capturar lo que ha funcionado en un ciclo anterior, mientras que el próximo ciclo sigue siendo un acertijo envuelto en un enigma. ¿Cómo va a reaccionar el mercado, si asistimos ahora a un ciclo alcista de los tipos de interés? ¿El dinero que salga de renta fija, va a ir a acciones, interpretándolo como una subida de inflación y de una recuperación de la economía? ¿Se va a terminar el flujo de compras apalancadas de acciones? No lo sabemos, y seguramente nos sorprenderá y hará lo contrario de lo que estemos esperando.

Como decía Shakespeare: “El tiempo es muy lento para los que esperan, muy rápido para los que tienen miedo, muy largo para los que se lamentan, muy corto para los que festejan; pero para los que aman el tiempo es eternidad”.

Aquí estaremos para contarlo. Buena semana

 

Julio López Díaz, 14 de septiembre de 2016

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