Niebla en el partido
El día de Navidad de 1937 jugaban, en Stamford Bridge, Chelsea y Charlton. Al descanso el marcador era de 1-1 pero en la reanudación, la niebla hizo casi imposible el desarrollo del juego. Por momentos el árbitro paraba el partido, esperaba que se disipara la niebla y volvía a empezar. El portero del Charlton era Sam Bartram. En ocasiones perdía de vista a sus compañeros y rivales, que de vez en cuando volvían a aparecer por el área. Sin embargo, pasó un largo tiempo en el que perdió de vista a todo el mundo. “Debemos de estar dominado por completo al rival”, pensaba. Fue entonces cuando, entre la espesa niebla, pudo ver una figura… uniformada. Era un policía, que se sorprendió al ver a Bartram en posición de alerta “¡Qué hace usted aquí todavía! El partido se ha suspendido hace 15 minutos, se ha marchado todo el mundo”.
Recordaba esto el otro día, hablando por teléfono con otro gestor, compañero de fatigas. Qué había pasado en los últimos quince días, que yo no había visto, para estar los índices otra vez en máximos, cómo si un mago hubiera cambiado todo de sitio con un Abracadabra. ¿Me he perdido alguna temporada de la serie de HBO Brexit? Porque he oído que el año que viene hay una cuarta temporada, en la que los televidentes británicos confiarían generosamente su voto a alguien, tan de fiar como Boris Johnson, ¿es eso lo que está detrás de todo? No lo sé- contesté, pero, después de apuñalar por la espalda a Cameron en la primera temporada, de tirar al metro a Theresa May en la segunda, y de jurar que si el 31 de Octubre no hubiera Brexit, es que habrían pasado por encima de su cadáver, me parece que se merece una cuarta temporada (así lo piensa la Unión Europea, que quiere superar las temporadas de La ratonera de Agatha Christie en los teatros londinenses). A fin de cuentas, House of Cards va por la sexta y es mucho menos fantasiosa que Brexit. La pregunta real que quería hacer era que cómo podía estar el mercado aquí (tan alto, quería decir) con todo lo que está pasando en el mundo. La verdad es que yo me había planteado la misma pregunta y lo primero que me vino a la cabeza, es que el aburrimiento sobre ciertos temas termina por ser alcista. Pero hace ya mucho tiempo que me he vuelto muy reduccionista, y cada vez soy más talibán con fijarme sólo en el movimiento de los precios y olvidarme de intentar buscar la causa. Los mercados siempre se explican a posteriori (y además de una forma clara y meridiana, como sabemos…) Me lo habrán oído decir mil veces, pero los mercados y la economía tienen poco que ver. Un claro reflejo lo tenemos este año, cuando las bolsas están disparadas sin que hayan acompañado los beneficios empresariales. Simplemente, los inversores están dispuestos a pagar cada vez más por cada unidad de beneficio, o no tienen problema en recuperar su inversión en un mayor número de años, que es lo que vemos cuando sube el PER. Eso no depende de que escudriñemos como arqueólogos las cuentas de las empresas, ni de que sigamos escrupulosamente el beneficio de cada cafetería de Starbucks o el número de coches que pueda producir Tesla. Esto nos puede dar una estimación más o menos aproximada del beneficio futuro, pero no lo que estarán dispuestos a pagar los inversores por él.
Una pista, que parece ser la buena para este incremento del precio de los activos financieros, es seguir lo que hacen los Bancos Centrales. Cada vez que abren el grifo, da igual cómo esté el mundo, que los mercados encuentran soporte. La situación macroeconómica no deja de deteriorarse, pero desde que empezaron los líos con el mercado de repos, y la Reserva Federal empezó a “regar el campo” otra vez de forma diaria, el mercado ha vuelto a subir. Algunos se agarran a la buena marcha de los acuerdos comerciales entre chinos y americanos (les adelanto que no creo que firmen, ni siquiera un primer acuerdo, en noviembre en la cumbre del Pacífico, como se espera), o que los resultados empresariales han sido mejores de lo esperado (resultados interanuales en negativo, a pesar de los titulares), pero todo queda supeditado a que la FED mantenga su reducción de tipos, o compras más o menos simuladas de activos. Todo esto se debe a la cada vez mayor financialización de la economía (si existe el palabro, como me advierte Word). La solución a todo está siendo la impresión permanente de nuevos papeles, que llamamos dinero. Todo a costa de que ese papel cada vez valga menos. El que se queda con el dinero parado pierde poder adquisitivo y ve dilapidados sus ahorros. La solución que dan los gerifaltes para evitarlo es incurrir cada vez en más riesgos, y en ese juego estamos. ¿Saltará el sistema por los aires? Posiblemente. ¿Desde dónde? No tenemos ni idea, por eso la gente sigue pendiente de que la música siga sonando y de que los banqueros centrales, con sus trajes de camareros, sigan sirviendo copas.
El sistema parece ser inocuo y favorece a casi todo el mundo. Los bancos de inversión siguen teniendo una historia que vender, los directivos de las empresas siguen encantados con sus programas de compensación vía acciones y sus recompras de acciones (curiosamente los precios a los que se hacen estas operaciones no coinciden, y los precios a los que se dan las acciones a los directivos suelen estar significativamente por debajo de como se hacen las recompras en mercado), los que dictan las normas (banqueros centrales) luego encuentran acomodo en el consejo de algún gran Hedge Fund (Ben Bernanke en Citadel), y la buena marcha de la bolsa repercute en la reelección de los presidentes de gobiernos actuales (hoy va a ser un gran día para la bolsa, suele ser el primer tweet de Trump antes de zamparse las tortitas con sirope de arce del desayuno). Y mientras, la capitalización de las bolsas cada vez representa un múltiplo real respecto a la producción real de bienes y servicios. El mundo Matrix cada vez es más importante respecto al mundo real. Para evitar una depresión, es más importante que no bajen los activos, que cualquier otra cosa. Y eso lo tienen perfectamente claro. Seguirán soplando y soplando. Y mientras, se tomarán las calles porque suben los precios del metro, los impuestos sobre el whatsapp o quitan el subsidio a los precios de los carburantes. Incluso seguiremos pensando que los peronistas son capaces de solucionar nuestros problemas. ¡Qué paradoja encierra todo! En un mundo que se dice que tiene un problema de carencia de inflación, se queman las calles por subir el precio de un billete de metro…
A lo mejor es que el mundo tiende a simplificar en demasía. Queremos pensar que todos los problemas tienen una única causa, o bien que todos los problemas tienen una única solución, y tenemos que estar siempre a favor de esta última forma de ver el mundo. Todo es sencillo. Solo hay un problema. Malinterpretamos absolutamente el mundo. A esta preferencia por las causas y soluciones únicas se denomina instinto de la perspectiva única. Pensar de forma sencilla ahorra mucho tiempo. Puedes tener opiniones y respuestas sin tener que abordar un problema desde cero y eso te permite tener tiempo para “otras cosas”. Por eso me asombran todas estas tertulias y tertulianos que piensan de una forma única y están encantados de haberse conocido y sobre todo de quedar embelesados con sus propias palabras. Estar siempre a favor o en contra de una idea concreta te impide ver la información que no se ajusta a tu punto de vista. Por eso es importante siempre preguntar en los mercados al que no piensa como lo haces tú, y buscar defectos a tus puntos de vista.
Yo, que suelo tener un instinto de negatividad claramente enraizado en mi ser, como buen castellano, intento hablar con ese despreciable ser que es el optimista, y venzo mi inicial repulsión a oír las bondades ocultas de la vida (viendo los resultados del CIS de ayer veo que somos mayoría absoluta con 330 escaños aproximadamente, los que lo vemos todo mal). Ya saben que en los mercados, el optimismo desmesurado acaba con caídas abruptas de las acciones, y el pesimismo generalizado provoca rebotes grandiosos. Siempre sé que estoy equivocado cuando los de al lado piensan igual que yo.
Donde sí que parece haber consenso ahora mismo es en que el activo más sobrevalorado del mundo es una entrada para ver el próximo partido del Atlético de Madrid. Como contrapartida, compren acciones de Planeta o de Anagrama, seguro que están subiendo los niveles de lectura entre los rojiblancos…
Buena semana,
Julio López Díaz, 30 de octubre de 2019