Área personal

André Kostolany

Julio López 8 Jun 2017

Cada uno de los que vivimos en el mundo de la inversión, tenemos algún inversor pasado con el que nos sentimos más afines. La mayoría de los que siguen la gestión del valor quieren seguir a Warren Buffet o a Peter Lynch. En mi caso, me identifico menos con estos personajes que se dedican a leer en los hígados de las empresas, y me decanto más por lo que yo denomino los especuladores-filósofos. Y dentro de estos, y debido a su amplia labor divulgativa, me quedo con André Kostolany. Murió en 1999 a los 93 años, pero su trayectoria financiera le llevó a seguir escribiendo hasta su fallecimiento, después de más de setenta años siguiendo los mercados, haber visto de todo y haberse arruinado un par de veces.  Fue un defensor acérrimo del capitalismo, aún pasando muchos momentos de su vida en el Budapest del Telón de Acero. “No deseo afirmar que el sistema capitalista, basado en la ambición por el dinero, sea justo. Es mentira. Pero, aceptémoslo, es una mentira condenadamente buena. La diferencia entre capitalismo y socialismo es fácil de aclarar: un pastel grande repartido de forma injusta o un pastel pequeño repartido de manera justa; con el resultado de que los trozos de pastel  pequeño repartido de manera justa son mucho más pequeños que los trozos más pequeños del pastel grande”.

“Muchos periodistas me llaman gurú bursátil, pero esta denominación nunca la he aceptado. Un gurú es infalible y yo no lo soy. Yo soy únicamente un viejísimo y experimentado profesional de la Bolsa. No sé lo que pasará mañana, pero sé lo qué pasó ayer y lo que ocurre hoy. Y esto ya es bastante, pues muchos de mis colegas ni siquiera saben eso. Mis ochenta años de experiencia en la bolsa me han enseñado sobre todo una cosa: la especulación es un arte y no es ninguna ciencia. Al igual que ocurre con la pintura, en la Bolsa también hay que ser capaz de entender el surrealismo. A veces las piernas están arriba y la cabeza abajo. Y en el caso de los impresionistas, los contornos nunca se reconocen de manera totalmente clara. Para mí, el especulador es el bolsista intelectual que procede con reflexión, que pronostica correctamente el desarrollo de la economía, de la política y de la sociedad, e intenta sacar provecho de ello”.

Decía que había una diferencia entre la profesión de especulador, y la de periodista y sobre todo, de la de médico. No se puede aprender en ninguna escuela. Su herramienta es la experiencia, experiencia y más experiencia. Se acumula gran experiencia con negocios que han tenido grandes pérdidas. Para él, un especulador bursátil que no se haya arruinado por lo menos dos veces en su vida, no es merecedor de ese calificativo. Las Bolsas son como un cuarto oscuro; el que haya estado décadas en esa habitación, se sentirá más seguro, se las apañará mejor, que alguien que lleve poco tiempo. Pero solamente se puede sacar provecho de los fracasos si se han analizado exhaustivamente. Y para el análisis, sirven menos las especulaciones que producen ganancias, que las que arrojan pérdidas. Esto se debe a la naturaleza de la cuestión. Si se gana en la Bolsa, uno se siente reafirmado y flota entre las nubes. No se tiene la sensación de que hay que seguir aprendiendo. Sólo una dolorosa pérdida vuelve a ponerle a uno los pies sobre la tierra. Y después, hay que diagnosticar dónde se encuentra el fallo. Este es el único camino, y no unos estudios de macroeconomía, con toda seguridad, para llegar a ser un especulador con éxito. Quien haya estudiado macroeconomía y quiera ir a la Bolsa, debe olvidar de forma inmediata y radical todo lo que ha estudiado en los años anteriores. Esto es un fastidio. Si los economistas fracasan incluso con la previsión del desarrollo de la economía, ¿cómo van a elaborar pronósticos bursátiles? Decía que muchos  profesores universitarios le consideraban un charlatán, y mejor así, ya que prefería ser un buen charlatán que un mal profesor. “Los economistas sólo calculan y no piensan. Sus estadísticas no solo son erróneas, sino que no ven lo que se esconde detrás. Saben todo lo que se pueda aprender en los libros, pero se les escapa el contexto”.

Tenía una buena explicación para lo que son los ciclos bursátiles: “A cada depresión bursátil, en la que las personas se ven asaltadas por un verdadero rechazo por las acciones y la Bolsa, le siguen los tiempos en que las heridas del pasado quedan olvidadas y las personas se ven atraídas nuevamente por la Bolsa, como las polillas por la luz. Y si no ocurre por impulso propio, ya se ocupan de ello la industria bursátil, altamente desarrollada, y en primer lugar, el cebo del dinero. Comparo al especulador con un alcohólico que, tras una buena borrachera, al día siguiente sufre una tremenda resaca y decide no volver a tomar una sola copa. Pero al llegar la tarde se toma un cóctel, después otro y un tercero, y cuando llega la medianoche está tan borracho como lo estuvo la noche anterior”.

Su resumen de lo que es la bolsa se puede simplificar de forma muy fácil:

Dinero + Psicología= Tendencia

Los factores claves son la fantasía y el dinero, que para él ejercen mayor influencia a medio plazo que los hechos fundamentales, siendo siempre el dinero el factor predominante. Si el factor dinero es positivo, el factor psicología también lo será en algún momento. Si hay mucho excedente de dinero circulando, una parte de esa liquidez encontrará el camino a la Bolsa, como muy tarde, después de doce meses, incluso cuando la mayoría de los inversores mantengan una posición negativa frente a las acciones. En esta fase, los primeros compradores encuentran un mercado totalmente desierto y las cotizaciones empiezan a subir. Las cotizaciones alcistas hacen que la gente se vuelva a interesar por las acciones, produciéndose nuevas compras que, a su vez, atraen a nuevos compradores. Al revés también ocurre. Si el factor dinero es negativo, el estado psicológico de la gente también será negativo tras diez o doce meses. La Bolsa no puede subir sin dinero fresco, aun cuando las noticias sobre la economía sean buenas.

Las cotizaciones empiezan a caer, la mayoría de las veces, en un momento en que las noticias del mundo de los negocios siguen siendo favorables. Por este motivo no le doy gran importancia a las cifras del balance a la hora de tomar mis decisiones bursátiles. En primer lugar, los balances son manipulados, o por lo menos maquillados, según les convenga a los directivos. Incluso cuando las cifras son correctas, éstas ya pertenecen al pasado cuando son publicadas.

Nada es más sencillo que vender a la gente valores cuya cotización ya ha subido, ni más difícil que hacer que el público se interese por acciones cuya cotización ya ha bajado o que se encuentran muy depreciadas, pues el humor de ese público sigue la tendencia de las cotizaciones. La masa sólo compra cuando los precios están en alza, provocando que estos se disparen.

Si miramos la evolución de las bolsas desde hace unos años, el proceso ha seguido unos parámetros calcados. El dinero introducido por los Bancos Centrales ha hecho subir los mercados cuando las noticias macroeconómicas eran bastante débiles, y es ahora, en los últimos cinco meses, cuando nos hemos ido de madre. Las manos fuertes compraban a las manos débiles cuando los titulares de los periódicos eran apocalípticos, las empresas a las que les daba miedo invertir recompraban sus propias acciones y subían las cotizaciones. Ahora estamos en la parte final del proceso. Los que entran son, una vez más, los minoristas en fondos pasivos. La economía mejorará, pero ya no lo harán las cotizaciones. El personal consumirá en lugar de ahorrar (no irá dinero a inversiones) y las empresas dejarán de comprar acciones y lo gastarán. La clave definitiva será el papel de los Bancos Centrales y si empezarán a retirar dinero del mercado. Si es así. GAME OVER.

El mundo económico es un mundo peculiar. Antes se pensaba que la gente necesitaba productos para sobrevivir. Ahora son los productos los que necesitan a la gente para sobrevivir.

Buena semana,

 

 

Julio López Díaz, 08 de junio de 2017

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