Área personal

El astrólogo y Luis XI

Julio López 10 May 2017

Predijo un astrólogo, que cierta dama predilecta del rey Luis XI de Francia moriría en el plazo de una semana. Así fue, y Luis XI, irritado, se propuso vengarse del astrólogo. Previno primero a los criados para que, a una señal suya, lo echaran por la ventana y, con todo dispuesto a su gusto, ordenó que el astrólogo compareciera.

-Ya que sabes tanto,- le dijo el rey, regodeándose en su próxima venganza- sabrás la fecha en que has de morir.

- Sí, señor: tres días antes que vuestra majestad.

El rey, que era supersticioso no hizo la señal. Dejó vivir al astrólogo y, a partir de entonces, siempre temió que muriera.

Había un chiste muy antiguo. Un conductor que iba por la carretera encendía la radio y se oía al locutor diciendo: “Nos avisa la Guardia Civil que hay un vehículo que viaja en dirección contraria por la Carretera de A Coruña”. A lo que el conductor replicaba “¡Cómo que uno! ¡Cientos!”

La misma sensación que tenemos desde principios de año en la Bolsa. Ahora sí que estamos entrando en modo burbuja en los mercados financieros, y la duda es cuándo “morirán”. Las valoraciones de muchas acciones están adquiriendo cotas absurdas, pero no parece que mucha gente se esté parando a meditarlo. Cualquier ratio que obtengamos está en zona roja. El ratio capitalización/ventas, por ejemplo, está en 2.07, cuando el máximo de 2007 se marcó en 1.75. Empresas como Nivea, cotiza a ratios de valor de empresa sobre beneficios antes de dotaciones e intereses, de 17 veces. En términos de PER de beneficios medios de 10 años, estamos casi un 40% por encima de su media histórica. La preponderancia de los fondos pasivos que se limitan a comprar cestas ponderadas de acciones de los índices por su capitalización parece que es lo único que vale ahora mismo en los mercados. Este fin de semana, en su presentación a inversores, Warren Buffet comentaba que tenía las mayores posiciones en liquidez de Berkshire Hathaway en toda su historia. Llevaba ya un tiempo comentando la falta de inversiones atractivas, pero lo sorprendente para mí, fue el tono de la alocución, pidiendo perdón a los inversores por no haber sabido leer algunas oportunidades pasadas en el sector de la tecnología. Luego leías algunos blogs, y un adjetivo que se repetía era vulnerable. Por primera vez, los inversores habían visto vulnerable a El Oráculo de Omaha. La conferencia de Buffet coincidía en el tiempo con otra de hedge funds en Las Vegas, donde los lamentos de grandes prebostes tradicionales de la industria subían hasta los cielos. Cualquiera que se separa de la marea actual es mirado de forma despectiva y es pisoteado por los caballos de la diligencia a todo galope. Entre los gestores españoles, a los que tengo el mayor respeto, tienen también posiciones importantes en liquidez. Pero esta situación, lejos de aliviarme, me aterra aún más, pues nunca sabes hasta donde pueden aguantar con ponderaciones en riesgo inferiores al mercado cuando éste está en subida libre. El otro día leía una curiosa estadística en la presentación de una herramienta de asistencia médica basada en la inteligencia artificial. La herramienta tenía un 91% de aciertos en el diagnostico primero de un paciente, frente al 89% de la herramienta de Google o el 73% del médico que le atendía. Lo curioso, es que el nivel de aciertos bajaba al 48% cuando el diagnóstico médico se hacía en grupo…

Todas estas sensaciones suceden a la vez que vuelvo a releer el libro de Robert Shiller, Exuberancia Irracional (ya lo sé, uno es masoca y del Atleti, qué se le va a hacer). El Premio Nobel de Economía es el que “le pasó” el papelito a Alan Greenspan en 1996 donde se acuñó el famoso palabrejo. Las Bolsas subieron todavía tres años más y de forma exponencial. En 2003 volvió a escribir otro papelito hablando de la burbuja inmobiliaria, y los pisos siguieron subiendo hasta el 2007. La conclusión es muy sencilla, siempre se te queda cara tonto, o bien en la subida o luego en la bajada, y la mayoría de las veces en ambos casos. Es completamente imposible saber cuándo los mercados se darán la vuelta. Eso nos deja en una situación realmente complicada. Por un lado, me parece una temeridad comprar acciones, bonos o inmuebles a estos precios, y por otra parte las herramientas gráficas siguen advirtiéndonos de que no es el momento de buscar cortos en el mercado. Como me decía el otro día un amigo, me podía empezar a pasar como al hermano mayor de la canción de Silvio Rodríguez, la Fábula de los tres hermanos, “Para nunca equivocarse o errar, iba despierto y bien atento a cuanto iba a pisar. De tanto en esta posición caminar, ya nunca más el cuello se le enderezó y anduvo esclavo ya de la precaución y se hizo viejo, queriendo ir lejos, adonde no llegó…”. Desde luego, es un riesgo con el que hay que contar, y nada nos impide no estar equivocados (desde el principio de año es como hemos estado), pero seguimos dando más ponderación a que esta situación es un “déjà vu”. La pregunta clave, que ronda en todas las conversaciones de mercado, es qué puede hacer caer los mercados. Ahora mismo parecen totalmente invulnerables, pero no es distinto de otras situaciones similares en el pasado. Cuando los mercados están en modo burbuja, no hace falta ninguna noticia concreta para girarse. Cuando cayó un 22% en el año 1987 en un solo día, no hubo ningún desencadenante concreto a nivel de noticia o anuncio que lo provocara. Simplemente, se rompió el patrón según el cual, cada vez que caía un 1 por ciento, aparecían compras. Con la burbuja tecnológica del año 2000, tres cuartas partes de lo mismo. Las razones sólo aparecen a posteriori y por supuesto todo el mundo las veía venir…

Un sesgo muy importante que abunda en los mercados, es reducir cualquier movimiento a corto que se produzca, a un solo parámetro. Desde principios de año, este parámetro ha sido el riesgo político. En función de los avances o retrocesos de la importancia del voto para los partidos populistas, así se movían los mercados. Y esto desemboca en un nuevo sesgo, que es el de la comparación. Si a un lado ponemos un candidato que no dista de lo vivido en los cuarenta años anteriores (la elección de un candidato del sistema como Macron, educado en la Escuela Nacional de Administración y ex ministro de Economía con el vilipendiado Hollande) y la confrontamos con un candidato provisto de todas las calamidades pasadas y futuras, la comparativa nos hace valorar de forma distinta las cosas y nos altera su verdadera visión y realidad. Imaginemos que yo tengo un R-8 de hace treinta años del que despotrico constantemente, porque me deja tirado cada vez que salgo del garaje. No se lo regalaría ni a un amigo, para no perder la amistad. Pero un día pasa por delante un vendedor de coches usados y me ofrece un R-12 de treinta y cinco años por 500 euros. El efecto inmediato es que pongo un anuncio en el segunda mano vendiendo mi coche por 1.500 euros, porque comparándolo con el R-12, el mío tiene que valer muchísimo más. La realidad es que en cuanto se retire el vendedor de coches usados, mi R-8 volverá a dejarme tirado la próxima vez que salga del garaje. Nos quieren hacer creer que las bolsas valen mucho más de lo que valían antes, que volvemos de nuevo al Parnaso a escuchar a los poetas, que han desaparecido los riesgos políticos de los populismos y ahora con Macron en Europa el sol brilla más que nunca y los días están despejados y Francia vuelve a vivir los tiempos de La Grande Armée. Como en los segundos matrimonios, es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia. Y mientras tanto, Francia sigue con su baja productividad, un sector público elefantiásico e indomable.

Como decía Oscar Wilde, “a veces pienso que Dios sobrevaloró su talento al crear al hombre”.

Buena semana,

Julio López Díaz, 10 de mayo de 2017

19 May 2017
Arzobispo de Canterbury
27 Abr 2017
Andrew Carnegie
Suscríbete a nuestra newsletter
© 2024 Attitude Gestión, S.G.I.I.C. S.A.