Área personal

Andrew Carnegie

Julio López 27 Abr 2017

El multimillonario estadounidense Andrew Carnegie, gran enamorado de Francia y de todo lo francés, solía decir en público: “Daría un millón de dólares por saber hablar en francés”. Un día, al oírle, un periodista parisino le propuso que, por mucho menos dinero, él se lo enseñaría, asegurándole que lograría aprenderlo en menos de un año. Carnegie sonrió y rechazó la propuesta: - Mire usted, yo doy un millón de dólares por hablarlo, pero por hablarlo sin necesidad de tener que estudiarlo y aprenderlo.

En la economía mundial han estado dando millones de euros, dólares, libras esterlinas, francos suizos y yenes los Bancos Centrales, pero todavía no está claro que hayamos aprendido algo o que esto sea suficiente y podamos prescindir del profesor. Los Bancos Centrales siguen imprimiendo 200.000 millones de dólares todos los meses y no tenemos claro si ya podemos pasar solos del rosa-rosae-rosa. La economía mundial parece estar en un momento más dulce, pero seguimos con la bolsa de suero inyectada en nuestras venas, y en un momento en el que muchos médicos empiezan a preocuparse por los efectos secundarios del tratamiento, y la conveniencia o no de seguir con el mismo. Las preguntas son sencillas: Si estamos claramente en recuperación, ¿Por qué tenemos que meter medio billón de euros todavía en el sistema europeo de aquí a diciembre? ¿No volveremos a crear (yo creo que ya lo hemos hecho) una nueva burbuja?

De momento, los pilares del desarrollo económico parecen en buena forma. Decía Aldous Huxley, el autor de Un mundo feliz o Contrapunto, que las economías modernas se basaban en tres cosas: el gasto en armamento, el recurso a la deuda y la obsolescencia programada. Y no puedo estar más de acuerdo con el filósofo y escritor inglés.

En el caso del armamento, vamos a ver sin duda un incremento en los próximos años, lo que contribuirá a incrementar esa medida tan reduccionista y sin alma que es el PIB. Desde que comenzó la crisis, el dinero destinado a esta partida no ha dejado de reducirse en los países europeos, pero una de las primeras medidas que se ha metido entre ceja y ceja al ínclito Donald es que todos los países de la OTAN tienen que incrementar su presupuesto en defensa y colocarlo en niveles de alrededor del 2% del PIB. El gobierno español, por ejemplo, se ha comprometido a alcanzar ese 2% antes de 2025, cuando en la actualidad está alrededor del 0.92%, es decir, que lo tenemos más que doblar. Si miramos como están el resto de países europeos, no deja de sorprender (realmente si tuviéramos a Erdogan de vecino a lo mejor la sorpresa no sería tanta) que sea Grecia el país que más porcentaje de su PIB dedica a armamento, con un 2.38% del PIB. Alemania, por ejemplo, dedica sólo un 1.19%.

Los gastos globales de armamento se incrementaron por primera vez desde 2011 y alcanzaron 1.5 billones de euros, de los que alrededor del 35% los consume Estados Unidos y un 12% China. Para los que hablan de enfrentamiento entre Rusia y Estados Unidos, sólo decir que los americanos gastan todos los años nueve veces más que los hijos de Tolstoi. Y Trump pide que este año se incremente la factura en 54.000 millones de dólares más…

El tema de la deuda sigue aportando, aunque de momento la seguimos contemplando en un segundo plano, pero sigue como una bacteria durmiente. En España, la deuda pública ha terminado 2016 a un nivel del 99.4% del PIB. Esto supone una ligera reducción del 0.4% respecto a 2015, pero revela la dificultad de aminorarla cuando sobrepasa niveles del 90%, como ya aventuró Kenneth Rogoff. Creciendo casi al 3% y con tipos de interés en mínimos históricos, la partida de intereses volverá a crecer este año, superando los 30.000 millones de euros el servicio de la deuda. A esto habrá que sumar 10.000 millones más para financiar el ahora sí, agujero de la seguridad social.

Con la presentación de su propuesta de bajada de impuestos ayer, Trump también menosprecia los problemas de la deuda. Cuando dices que haces una bajada de impuestos con recurso a la deuda y no un adelgazamiento del gasto, lo que ocultas es que esos impuestos deberán subirse en un futuro. Recuerden “El ala oeste de la Casa Blanca”, cuando el becario preguntaba al presidente Jed Bartlet, “¿Pero no es bueno que la gente reduzca sus deudas?” y éste le contestaba, ”Sí, pero es mejor que lo hagan en el siguiente mandato”. No es lo mismo predicar que dar trigo. De todas formas, pienso que Trump ha presentado su propuesta (apenas un folio y sin muchas especificaciones) para cumplir con sus promesas electorales, pero sabiendo que, seguramente, no pase los controles del Congreso. Leen mucho la Biblia, pero se han saltado la historia de José y su sueño de las vacas gordas a las que seguirán las vacas flacas. La tentación de la patada a seguir es común a todas las culturas, países e ideologías, y la cuestión de cómo financiar todo sigue sin contestación o formando parte del Pasapalabra.

De la obsolescencia programada no hay nada que ninguno de los lectores no haya experimentado en carne propia, y menos esposa versión 3.0 (salvo algún amigo y la Preysler) hemos pasado por todo tipo de actualizaciones.

Pero para bajarnos un poco de las nubes de la macroeconomía, podemos pasar a la microeconomía y los mercados, y la pregunta clave, cuando tenemos una empresa ¿Cuánto vale? Hace tres años decidimos ponernos cortos de Amazon. Estaba por entonces en los alrededores de los 285 dólares y hoy vale 909 dólares (por si quieren ir conmigo a elegir caballo al hipódromo).  El punto “fuerte” de nuestro análisis era que a pesar de ser una gran compañía innovadora, no ganaba apenas dinero para las ventas que tenía, y que incluso volvería a perder dinero ese año, y el mercado la seguía valorando en lugares cercanos a la estratosfera, y además se estaba metiendo en negocios de dudosa rentabilidad como luego se demostraría, como el de tener su propio móvil. Desde entonces las ventas han subido alrededor de un 50%, y el valor de su acción lo ha hecho en un 240% y su beneficio neto sigue siendo apenas un 0.5% de su capitalización. Empresa magnífica para el usuario, para el accionista pasado, y ya veremos para el accionista futuro. Obviamente, dicha posición fue dignamente ”estopeada”. Lo curioso del tema, es que había una página web de damnificados por estar cortos de Amazon que seguíamos con asiduidad, donde otros “compañeros de equipo” canalizaban sus iras.

Algo parecido está sucediendo con Tesla, el fabricante de coches eléctricos. El llamado dinero inteligente, lo ha estado vendiendo en descubierto desde que el mundo es mundo, y a finales de marzo, el número de acciones cortas era de 31 millones. Esto representa nada más y nada menos que el 26% de las acciones cotizadas. La acción, por el camino, ha conseguido nuevos máximos históricos, superando los 310 dólares, y alcanzando los 51.000 millones de dólares de capitalización, igualando a General Motors, con una ligera diferencia, que en Marzo la vieja compañía ha vendido 63 veces más coches en Estados Unidos que Tesla, y que durante los ocho últimos años ha ganado 47.000 millones de dólares y Tesla ha perdido 2.700 millones de dólares. Para que se hagan una idea, Renault vale 24.000 millones de euros y Peugeot no llega a los 17.000 millones de euros. La conclusión, a pesar de todo, es que ha habido un auténtico baño de sangre entre todos los inversores que han estado cortos. Y eso que tienen argumentos perfectamente válidos. Su cuota de mercado en USA es de apenas el 0.26%, y el resto de fabricantes está desarrollando a toda velocidad vehículos eléctricos (BMW, Honda, Volkswagen). Fabricantes que además pueden subsidiar la venta cruzada con los beneficios de las ventas de sus coches convencionales, mientras que Tesla está acudiendo permanentemente al mercado mediante ampliaciones de capital para financiar los cash flow negativos. ¿Hasta cuándo? Debemos añadir que Tesla ha hecho que todas sus patentes puedan ser utilizadas por cualquier empresa. Esto no es ninguna recomendación de compra o venta, pero sí un caso que miraremos dentro de cinco años, en el que valoraremos el ojo de halcón que tuvieron los inversores en la compañía desde el principio, o por el contrario discutiremos si el caso Tesla no fue un nuevo Ponzi. En cualquier caso, el 90% de la gente dirá que ya lo veía venir. Y sobre todo, acerca mucho la profesión de analista financiero a la de nigromante.

Pero bueno, como decía un amigo mío, “Yo no sé nada de ordenadores, ni siquiera sé cada cuanto tiempo hay que cambiarles el aceite”.

Buena semana,

 

Julio López Díaz, 27 de abril de 2017

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