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"Rockefeller"

Rockefeller

Julio López 29 Mar 2017

En el despacho de John D. Rockefeller, se presentó un día un perturbado mental, que poniéndole una pistola en el pecho, gritó: -¡Llegó la hora…! ¡Tiene que repartir toda su fortuna entre la humanidad! Conservando la calma, apartó Rockefeller la pistola y se puso a hacer una operación aritmética. Al terminarla, le dijo al loco. – Ya sabe que mi fortuna es de 2.000 millones de dólares, y que los habitantes del mundo son aproximadamente 1.800 millones. Tocamos a un dólar y doce centavos cada uno. Tenga, pues, lo que le corresponde y déjeme seguir trabajando.

Algún amigo me ha escrito esta semana para comentar nuevamente el tema de la renta básica universal, a raíz de la visita a España de Rutger Bregman, un historiador holandés que empezó a hablar (realmente retomó un tema viejo como el mundo) hace unos años de este tema en su ensayo Utopía para realistas. En un mundo donde yo veo distopías por todas partes, siempre es sano leer a alguien que es capaz de presentar un mundo más prometedor del que uno ve. Ante una realidad que cada vez es más irrebatible (la sustitución de numerosos empleos por máquinas) la consecuencia de este hecho trae dos caminos diferentes (luego habrá que poner grises a estos extremos). Uno, el que podemos ver en muchas películas de adolescentes, que a mí particularmente me horroriza, con una mayoría de la gente sin nada que hacer a expensas de recibir su manutención de unas élites que controlan todo el poder. Y el otro, un mundo paradisiaco donde las personas no tendrán que trabajar, realizarán sólo aquellas tareas que les gratifiquen y donde estarán superados todos los dolores/sin sabores que ahora nos preocupan. La enfermedad será superada, todo el mundo estará alimentado y nos acercaremos a la inmortalidad (Google ya tiene una división, Calico, dedicada a la investigación para ampliar la vida humana en unas condiciones de salud óptimas).Todo progreso tiene sus ganadores y perdedores. En el año 2014, más de 2.100 millones de personas tenían sobrepeso, frente a los 850 millones que padecían desnutrición. Se espera que la mitad de la humanidad sea obesa en 2030. En 2010, la suma de las hambrunas y la desnutrición mató a alrededor de un millón de personas, mientras que la obesidad mató a tres millones. En 2012 murieron en todo el mundo unos 56 millones de personas, 620.000 a causa de la violencia humana (120.000 por guerras y 500.000 por crimen). En cambio, 800.000 se suicidaron y 1.5 millones murieron de diabetes.

En la Edad de Piedra, el humano medio tenía a su disposición 4.000 calorías de energía. Esto incluía no sólo alimento, sino también la energía invertida en preparar utensilios, ropa, arte y hogueras. En la actualidad, el estadounidense medio utiliza 228.000 calorías de energía al día, que alimenta no solo su estómago, sino también su auto, ordenador, televisor, frigorífico, etc.

Las presiones evolutivas acostumbraron a los humanos a ver el mundo como un pastel estático. Si alguien toma una porción mayor del pastel, otro, inevitablemente, obtendrá una porción menor. Una familia o una ciudad concretas pueden prosperar, pero la humanidad en su conjunto no va a producir más de lo que produce hoy. Por lo tanto, las religiones tradicionales como el cristianismo y el islamismo buscaron formas de resolver los problemas de la humanidad con la ayuda de los recursos del momento, ya fuera redistribuyendo el pastel existente o prometiéndonos un pastel en el cielo.

Este proceso se rompió en el siglo XX, llevando a crecimientos muy por encima de los vividos en los veinte siglos anteriores, crecimiento que a raíz de la crisis de 2008 ha empezado a ponerse en duda , saliendo a la palestra temas que ya hemos tratado en epístolas anteriores y que tratan sociólogos como Harari en su Homo Deus. ¿Qué le ocurrirá al mercado laboral cuando la inteligencia artificial consiga mejores resultados que los humanos en la mayoría de las tareas cognitivas? ¿Cuál será el impacto político de una enorme clase nueva de personas inútiles desde el punto de vista económico? ¿Qué les ocurrirá a las relaciones, las familias y los fondos de pensiones cuando la nanotecnología y la medicina regenerativa conviertan a la gente de ochenta años en las nuevas personas de 50? ¿Qué le ocurrirá a la sociedad humana cuando la biotecnología nos permita tener bebés de diseño y abrir brechas sin precedentes entre los ricos y los pobres?

Pero bueno, me he alejado un poco del tema de la renta básica universal. Bregman, que aboga por la implantación de esta renta mínima, piensa que la misma puede reemplazar a sistemas burocráticos y paternalistas que no funcionan, y pone como ejemplo el subsidio del paro. Vamos a poner cifras a todo esto. En los presupuestos del Estado del año 2016, la partida estimada para gastos de desempleo es de 20.000 millones de euros. Si le sumamos las políticas activas de empleo que son otros 5.000 millones y la gestión de la seguridad social que son otros 6.000 millones, sueldos y salarios del personal y gastos corrientes, nos podemos ir a los 35.000 millones. Si a esta cifra le sumamos los gastos en pensiones, que ascienden a 137.000 millones y los 2.000 millones asignados a la política de Servicios Sociales y Promoción Social que incluye la ley de Dependencia, las transferencias del Estado llegan a los 175.000 millones de euros. He tomado los datos de los propios Presupuestos del Estado, aunque seguramente puedan habérseme pasado algunas partidas, pero creo que para fabricar el número gordo nos vale.

La renta básica universal, como está denominada, debería darse a todos los mayores de edad de un país, independientemente de su nivel patrimonial y de ingresos. Si tomamos como referencia el salario mínimo interprofesional en España para 2017, que está en 707 euros al mes ó 9.906 euros al año, y las personas mayores de 18 años que pueden estar en los 38.000.000, la partida destinada a la renta universal se acerca a los 375.000 millones, lo que supone un déficit de 200.000 millones respecto al modelo actual. Tenemos que tener en cuenta, que tenemos aparte Sanidad (75.000 millones) y Educación (45.000 millones). Si vamos a un modelo en el que la Sanidad y la Educación dejaran de ser gratuitas, tras recibir esa renta cada individuo mayor de 18 años, el déficit todavía sería de unos 80.000 millones de euros, que tendrían que salir de algún sitio. Si se conservara el importe de las pensiones actuales (la mayoría por encima del salario mínimo), el déficit volvería a aumentar claramente por encima de los 100.000 millones.

Obviamente, hay números que se podrían hacer que son difíciles de plasmar. No sabemos el incremento de producción que puede dar toda esa gente que saldría del mercado laboral actual y que está dedicado a las tareas más rutinarias y repetitivas que generan poco valor añadido, y del incremento de productividad que puede venir de un mayor tiempo dedicado al ocio y la creatividad. También es difícil de evaluar, si a mayor dinero por persona se reducirían otros gastos, como los derivados de combatir la pobreza o todos los relativos a la seguridad ciudadana. En cualquier caso, parece que todos estos casos reducirían ese déficit numérico del que partimos. Tampoco hay que olvidar, que la recaudación de las personas físicas y de sociedades ascendió a 95.000 millones de euros en 2016, siendo la parte mollar (72.000 millones) lo recaudado en IRPF. Si del supuesto que partimos, es que no va a aumentar el número de trabajadores por efecto sustitución, ya me dirán… Siempre quedará poner un impuesto a los robots, como no descarta Bill Gates. En resumen, que pienso que de una forma u otra debería implantarse, pero no me salen los números.

Como decía mi compañero de fiestas Kierkegard: “La vida sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás; mas solo puede ser vivida mirando hacia delante”.

Buena semana

 

Julio López Díaz, 29 de marzo de 2017

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